Títol  Històries de vida a l’Escola Permanent d’Adults (EPA)
Temàtiques memòria oral, EPA, escola, treball, dona, documents
Publicació Moncadapèdia Dimarts 15 de desembre de 2020
Font

Guia per a les històries de vida. Fer i pensar. TAREPA-PV/ L’Ullal edicions/ Institut Paulo Freire d’Espanya, 2013, pp. 65-80. [Crèdits complets a l’esquerra, dins d’un quadre detallat].

L’Escola Permanent d’Adults de Moncada és una de les principals institucions educatives de la nostra ciutat, un espai singular amb un alumnat motivat i apassionat per l’aprenentatge i un professorat entregat a la seua faena, que no dubta de prendre riscs i de mamprendre iniciatives originals.

La crisi causada per la pandèmia del covirus ha dificultat la col·laboració de Moncadapèdia amb l’EPA, però mentre va normalitzant-se la situació volem avançar un material absolutament singular amb què ens van regalar fa uns anys. Es tracta del recull de memòria oral autobiogràfica de les alumnes de l’EPA que es troba en la Guia per a les històries de vida. Fer i pensar: testimonis directes d’unes quantes desenes d’alumnes que en conten diferents aspectes de les seues vides. Històries de família, aprenentatge i treball; relats des dels anys 30 cap ací, material d’altíssim interès humà i etnogràfic que ens commou i ens fan somriure permanentment. És un material de molt difícil accés, joies que devem al treball ingent del professorat. Una vegada més hem de recordar que les històries de vida, la memòria oral autobiogràfica, està declarada per la UNESCO patrimoni cultural immaterial de la humanitat.

El llibre inclou textos sobre les “històries de vida” com a metodologia de treball, i seccions de les diferents Escoles que hi participen: Almussafes, Mislata, Rafelbunyol i Xàtiva, a més de Moncada. També inclou un DVD amb intervencions d’alumnes i professorat de l’EPA que tampoc no incloem en esta publicació.

Gràcies a les participants per la seua generositat i al professorat per la seua dedicació.

Crèdits de la secció d’històries de vida de Moncada

Guia per a les històries de vida. Fer i pensar. TAREPA-PV/ L’Ullal edicions/ Institut Paulo Freire d’Espanya, 2013.

Esta publicació es va realitzar amb la participació del CPMFPA d’Almussafes, Mislata, Moncada, Rafelbunyol i Xàtiva.

El projecte gràfic i la maquetació pertanyen a Pep Caballé i Pep Aparicio Guadas, i el projecte audiovisual a Miguel Ángel Baixauli.

Textos, sistematització, producció i manejament editorial:

Centre Públic Municipal de Formació de Persones Adultes (CPMFPA) MONCADA: Bosch Linares, Carmen; Pallarés Náger, Juan Carlos; Picher Ricart, Ma José; Rodrigo Ramírez, Cristina; Tebar Romero, M. Remedios; Velez Torres, Antonia; Gramuntell Picher, Joan.

Carmen Aguilar Rodríguez, Iluminada Alarcón Fernández, Josefa Alba Rodríguez, Vicenta Concepción Alfonso Palanca, Virtudes Andrés Campos, Filomena Andreu Zamora, Valeria Cynthia Blaceda, Josefa Beltrán Pascual, Pilar Bernat Taroncher, Laura Bosch Montagud, Encarnación Campos Poveda, Francisca Camps Escrig, Lourdes Cano Jurado, Eustaquia Carmona Carmona, Mercedes Cervera Duval, Carmen Cruz Baides, María Espada Collado, Rosa Fernández Ruano, Dolores Flores Romero, Josefa Fuster San Martín, Víctor García Gigante, Ma Carmen García Maireles, Rosario García Serna, Adoración Gutiérrez Cargía, Ma Dolores Herrero Alfonso, Rosa Ibáñez Sanchos, Juana Jiménez Rodríguez, Consuelo Lerme Blay, Noelia López Carretero, Ma Pilar López Mara, Juan Lozano Castaño, Vicenta Medina García, Ma Antonia Megino Quintanilla, Rafael Noguera Loscos, Ma Teresa Nohales Leal, María Núñez López, Dilenia Ortez Murillo, Vicenta Palanca Llopis, Emilia Pérez Bellón, Dolores Pérez Estellés, Juana Pérez Gómez, Amparo Redondo Ibáñez, Rafael Rodrigo Pitarque, Carmelina Rodríguez Rodríguez, Ma Ángeles Rodrígugez Rodríguez, Carmen Santos Minaya, María Sauri Boix, Julia Serrano Soria, Yolanda Teruel Lozano, Matilde Tevar Tevar, Ana Vicente Bogas.

Els relats que a continuació apareixen, són fruit d’un ‘estar i obrir-se’ les diferents persones que composem el grup d’alfabetització de l’Escola d’Adultes i Adults de Moncada; un grup caracteritzat majoritàriament per tenir dificultat respecte de les destreses lectoescritores; però on totes les components han mostrat un desig d’aprendre i d’estimar, de riure i de plorar, de recordar, de sentir i de mirar, emocionant-se… que mitjançant la paraula oral han volgut mostrar i no en soledat sinó junt a les i els altres, creant-se un espai on a més de trobar nous aprenentatges, s’han respectat i s’han solidaritzat amb les diverses i tan diferents circumstàncies que les envolta a cada una d’elles. Així, en este espai de l’escola i conjugant formació, relació i apertura, s’han compartit experiències que es reflexen en l’ordre en què s’han anat produint en el que va de curs i que continuaran ampliant-se.

María Núñez

Mi primer salario

¿Qué cobrábamos?: 6 pesetas, 1 duro, 2 duros, 12 pesetas al día, 7 pesetas… “Trueque”.

¿En qué trabajábamos?: Coger garbanzos, segar, cuidar niños.

¿QUÉ HICE CON MI PRIMER JORNAL?

No lo tuve mucho rato en la mano. Se lo di a mi madre para ayudar en los gastos de la casa.

EDAD A LA QUE EMPECÉ A TRABAJAR

A los 5 o 6 años iba con mi tía y la ayudaba a fregar platos. Era tan pequeña que me subían en una silla para poder llegar a la pila.

¿QUÉ HE APRENDIDO?

Aprendí a hacer ‘ramal’, que es algo parecido a una trenza. El ramal se utilizaba para hacer sogas, alpargatas…

Una cosa importante era ir muy rápido para ganar más.

Iluminada Alarcón

Aprendí a hablar en francés porque tuve que ir a Francia a trabajar. Vivir allí me enseñó una manera diferente de vivir, de cocinar… Las costumbres cambian de allí a aquí.

Ana Vicente

Yo era niñera y aprendí: a cuidar a los niños, a cambiarles los pañales…

Carmen Cruz

Tuve que aprender a cortar naranja sin pincharla para que no se pudriera.

Trabajaba a ‘destajo’, o sea, todo lo aprisa que se podía para ganar más dinero.

Juana Pérez

Yo tuve que aprender a cocinar: hacer tortillas, hacer barbacoa…

Vicentica Palanca

Aprendí a hacer canillas y bolos.

También aprendí a hacer nudos que no se deshacen.

María Espada

Aprendí a trabajar toda mi vida, en el campo, en la casa…

He aprendido que hoy se vive mejor que antes porque tenemos más cosas.

Y desde que vengo a la escuela, sé un poco leer y escribir.

(Anónimo)

¿QUÉ HEMOS APRENDIDO?

En el pasado tuvimos que aprender a mentir para poder trabajar. Tuvimos que aprender cosas que no nos tocaban por edad: A hacer de madre y de padre, a trabajar por un jornal desde pequeñas…

LA VIDA NOS HA ENSEÑADO

A creer en las personas, a disfrutar de la familia, a ser sociable, a aprender en la escuela lo que no pude hacer de pequeña, a trabajar, a vivir sin padres desde muy pequeña, a ser madre de mis 5 hermanos con solo 5 años, a no querer ser más que los demás, que no tengo siempre la razón… A ser “mujer”.

¿DE QUIÉN HEMOS APRENDIDO?

La madre estaba más con los hijos y las hijas que el padre. Mi madre me decía: «Aprende a ver, oír y callar».

La mayoría de nosotras en el pasado aprendimos de nuestra madre. Desde muy pequeñas aprendimos a lavar en la acequia, a remendar, a cambiar pañales, a hacer migas… a “valorar el amor de una madre”. «Mi madre me dio la vida dos veces y en la segunda vez, a ella le costó la suya».

¿QUÉ ES “SER MUJER”?

Eso es lo que nos decían en casa: “¡Tienes que aprender a ser una mujer de tu casa!”.

No era igual nacer niña que niño.

A las niñas no nos enseñaron a leer porque decían que ‘no era necesario para ser mujer’.

Ser mujer era lavar, tender, planchar, cocinar, limpiar, cuidar de los hijos, estar en casa para cuando llegue el marido…

LA MUJER Y LA ESCUELA

Las chicas no hacía falta que fuéramos a la escuela.

Para los chicos, era necesario aprender a leer y a escribir porque tenían que hacer la ‘mili’ (tenían que escribir cartas a la familia si les tocaba lejos…).

NOSOTRAS Y LA ESCUELA

En casa, mis 4 hermanos varones saben leer y mi hermana y yo no sabemos.

Yo no fui a lo escuela porque era la pequeña de mis hermanos y como vivíamos en un cortijo, había 2 horas de camino hasta la escuela del pueblo y a mí no me dejaban ir.

Mis hermanas mayores sí fueron a la escuela, pero antes de irnos a vivir al cortijo.

En mi casa aprendimos a leer todos con un señor vecino, solo que los chicos estaban más horas que las chicas.

Yo, en casa era la hermana mayor y tenía que ayudar en casa. A la escuela solo fui a preparar la leche en polvo para los chicos porque los maestros no se aclaraban.

NOSOTRAS Y LA VIDA

Lo vida ‘ahora’ no es como ‘antes’.

Antes: había confianza y dejábamos a nuestras hijas e hijos a cargo de las vecinas; las calles eran más seguras que hoy y nuestras hijas e hijos podían jugar en ellas sin temor a ser atropellados por un coche o a que se los llevara una persona desalmada; se compartía más, “si alguien hacía rollitos eran para todos”; el trato entre las personas era más familiar…

Ahora: no hay confianza, y todo el mundo desconfía de todo; la falta de confianza nos hace individualistas, sólo tenemos trato familiar con ciertas personas; se asiste más a la escuela y se saben más cosas de los libros, pero no de cómo tratar a las personas y cómo aprender de ellas, tenemos más comodidades…

Así pues, ahora tenemos más comodidades y ventajas que antes, y ¿qué hemos conseguido hacer?… ¡Qué la vida ahora sea más cómoda, pero no mejor que antes!

L’espai escola, en este grup, ha estat implementat amb l’espai familiar i d’aquesta relació sorgeixen els següents relats que ens han presentat i que han estat co-relatats entre les persones i les seues filles, nebodes…

LA RIADA. Carmen Cruz

Hace 57 años de la riada de Valencia, yo nací en la Cruz Cubierta, soy Carmen y pasé la riada en Valencia que fue de noche.

La noche más larga y terrorífica que pasé en mi vida; no había luz, solamente había una luz que parecía de un candil.

Yo estaba durmiendo y entraron unos hombres para sacarnos y nos sacaron en hombros a todos los niños e íbamos como si estuviéramos borrachos para atrás y para adelante porque el agua tenía mucha fuerza.

Mojados hasta los huesos nos llevaron a un molino y nos pusieron a la parte de arriba que parecía un faro; nos hicieron camas de paja y allí estábamos todos juntos niños y niñas.

Estuvimos toda la noche sin dormir con los pijamas mojados.

Todos juntos niños y mayores, estos vigilando toda la noche el nivel del agua.

LA RIADA. Vicentica Palanca

Me llamo Vicenta y voy a contar lo que viví cuando vino la riada. Nos fuimos mi marido y yo a pasar unos días de fiesta a mi pueblo de nacimiento (Vinalesa) que por entonces celebraba la fiesta de San Honorato.

Yo estaba embarazada de mi hija la mayor y me quedaban como 2 o 3 semanas para el parto.

Era ya tarde cuando avisaron que había riada y empezamos a tapar puertas para que no entrara el agua, los barrancos iban llenos de agua y las calles también.

Estábamos en casa de mi hermano y yo empecé a encontrarme mal, asustada y nerviosa pues quería irme a casa, pero hasta que no bajara el agua del barranco no podíamos pasar.

Cuando avisaron que había bajado el nivel del agua, cogimos la bicicleta de mi hermano y nos fuimos a casa. Cuando fuimos a pasar el barranco aún pasaba agua. Yo iba en el portamaletas, mojándonos y con corriente pasamos mucho miedo. A los tres días di a luz. Mi hija se adelantó. Como nació prematura y teníamos a los hijos en casa y no había incubadora, el médico nos dijo que pusiéramos unas botellas de agua caliente alrededor·de ella en la cuna, siempre manteniendo el agua caliente y así fue como mi hija recuperó los días que le faltaban. Gracias a Dios todo salió bien después del susto de la riada, pues otros no lo pudieron contar.

¿CÓMO NOS SENTIMOS? Ana, Vicenta, Juana, María N., Josefa, Iluminada, María E., María S., Loli y Carmen

El trabajo que hemos estado haciendo de “recordar”, nos ha generado varios sentimientos: alegría, de ver que alguien siente interés por saber cosas de nosotras; emoción, al recordar aquello que estaba dormido y que hemos sacado a la luz; tristeza, al recordar episodios penosos y duros de nuestra vida.

En ningún momento hemos sentido que había morbo en ello, sino todo lo contrario, lo que veíamos es que era una manera de compartir aquello que tenemos grabado en el corazón y en la cabeza.

CUANDO LLEGUÉ… Antonia Megino

Cuando llegué a Moncada, no sabía por dónde tirar aunque tenía un hermano viviendo aquí, pero yo no sabía dónde vivía, y claro no podía preguntar porque no sabía hablar ni entendía palabra de valenciano. ¡Qué difícil es estar en un lugar y no entender nada! Con el tiempo empecé a entender el valenciano pero nunca aprendí a hablarlo.

Vine a Moncada a trabajar porque en mi pueblo no había trabajo, y lo que más me dolió era haber dejado a mis hijos en el pueblo en casa de los abuelos, no he podido perdonármelo nunca, pero así era la vida para muchas familias de esta época.

Mi marido y yo nos pusimos a trabajar enseguida y a los tres meses fuimos a por mis hijos, en ese tiempo los eché mucho de menos. No me arrepiento de haber venido a vivir a Moncada, aquí estamos ya 48 años.

CUANDO YO ERA PEQUEÑA… Rosario García

Cuando yo era pequeña mi padre y mis hermanos iban al monte a coger esparto durante toda la semana. Mi hermana y yo nos quedábamos en casa a cuidar de mi madre que estaba enferma del corazón, nosotras hacíamos todas las tareas de la casa como la comida, fregar o ir a lavar al lavadero, nos levantamos a las 5 de la mañana para estar de las primeras y así que no cayera el agua sucia de las otras mujeres que también estaban lavando.

Yo como era la mayor no fui a la escuela, mi hermana que era más pequeña que yo, sí fue y aprendió a escribir, leer y de cuentas. Mis hermanos aprendieron de mayores cuando fueron a la mili.

A los 24 años recién casada, me vine a vivir a Quart de Poblet a un piso que me buscó mi cuñada con derecho a cocina. Luego a los dos años vine a Moncada hasta la actualidad.

He venido a la escuela de adultos ahora que tengo tiempo para aprender a leer, a escribir y algo de cuentas. Aún recuerdo la vergüenza que pasaba cuando era más joven porque no sabía leer ni escribir. Recuerdo que iba en el tren o en la peluquería donde fuera y me ponía a ver y leer las revistas, yo meneaba los labios pero claro no leía nada, pero disimulaba. En esta época veías que muchas mujeres se ponían a leer revistas en el tren y no se daban cuenta que tenían la revista al revés, muchas mujeres como yo no sabíamos leer pero nadie hablaba de lo que sabía o no sabía.

UN DÍA. Lourdes Cano

Fui a la escuela desde los 8 a los 11 años, recuerdo que pasaba mucho frío porque no teníamos mucha ropa ni abrigos. No había ni estufa de madera en la escuela, no las conocían.

Un día llegué tarde, me expulsaron y ya no me admitieron más, porque había una dictadura. Los maestros eran los que mandaban y ni mi madre podía ir a hablar con ellos.

A mi padre no lo conocí, murió cuando yo tenía tres años. Mi padre sí sabía leer y escribir, eso me cuenta mi madre, ella y mi hermano también. La única que no sabía era yo. Por eso me apunté a la escuela de adultos, para aprender y así poder leer libros, revistas, los recibos de la luz, de la escalera, del agua y no preguntar a nadie.

MIS PADRES… Emilia Pérez

Mis padres nos enseñaron a trabajar en el campo a mi hermano y a mí. Somos dos hermanos, él es mayor que yo y estaba de pastor desde los 7 años hasta que se fue a la mili, después vino a vivir aquí a Moncada.

Al año de venirse, encontró piso y trabajo. Nos vinimos los tres, mis padres y yo. Yo tenía 15 años y me puso a servir en Moncada, en casa del alcalde de esa época, allí fue donde gané mi primer sueldo, ganaba 10.000 pesetas mensuales. Por las mañanas y por las tardes, cuando terminaba de la casa del alcalde me iba a limpiar un horno que estaba enfrente de la vía.

Todo el sueldo se lo daba a mi madre y ella me compraba la ropa que me hacía falta. Con el tiempo conocí a un chico que hoy en día es mi marido.

He tenido cinco hijos, todos iban a la escuela a las nacionales, pero cuando fueron más grandes decidieron salirse del colegio para ir a trabajar. Las chicas se pusieron a servir, mi hijo mayor se puso a trabajar con su padre en la fábrica de ladrillos y tejas de Alfara, mi otro hijo se puso a trabajar en otro sitio. En fin que todos hemos trabajado mucho, no hemos estado en casa parados. Mis hijos me han ayudado en lo que han podido, todos hacían las camas, planchaban, terminaban de preparar la comida que yo les dejaba hecha. Yo venía a las 5 de la tarde cansada de todo el día trabajando y entonces tenía que ponerme a hacer las cosas de casa que estaban por hacer, tenía que ir a comprar, poner la lavadora y también planchar, así tantas y tantas veces las mismas cosas el tiempo fue pasando.

Hoy por hoy ya están todos casados y seguimos ayudando en todo lo que se pueda, hay algunos nietos que comen en casa porque sus padres están trabajando. Somos cinco para comer todos los días hasta que podamos. Somos una familia unida para lo bueno y para lo malo, así seguiremos mientras tengamos fuerza.

CUANDO ERA PEQUEÑA… Matilde Tevar

Cuando era pequeña fui pocos meses a la escuela de mi pueblo, ya que me ponía mala. No podía con el ruido de la escuela. El médico le dijo a mi madre que no me mandara al colegio, por lo que no aprendí a leer ni a escribir. Pero pude defenderme a lo largo de mi vida, trabajé, me casé y tuve a mis hijos. Había más personas de mi edad que tampoco sabían leer.

Ahora de mayor y con 80 años vengo a la escuela de adultos para aprender a leer y escribir. Me dio una gran alegría cuando empecé a firmar con mi nombre.

Paso ratos muy agradables con mis compañeras de clase y maestros, aprendo cosas muy interesantes.

CUANDO… Eustaquia Carmona

Cuando era pequeña yo no pude ir a la escuela. Vivíamos en una casa en el monte que estaba lejos del pueblo, por lo que no aprendí a leer ni a escribir. Aprendí muchas otras cosas, como hacer “tomiza”, que eran cordeles de esparto para atar el trigo y otras cosas.

Con mi edad me gusta venir a la escuela a aprender ya que de pequeña no pude. Estoy muy contenta de haber aprendido a leer y escribir, las cuentas no se me dan tan bien pero con el tiempo se me darán mejor.

JUVENTUD. Pepita Fuster

Cuando yo era joven vivía en El Cabañal y las calles eran de tierra, piedras y arena, no había ni aceras.

La basura se sacaba en cubos a la puerta de la calle por la noche y por la mañana pasaban los carros de los labradores y la recogían. Cada labrador tenía un distrito.

Pasaba un hombre con su carro gritando: “xiquetes, taronges que són de l’hort de les monges i són de sang de rossí”. Otro decía: “pells de conill que no té per a vendre”, y las cambiaban por “perras chicas” o cajas de cerillas. Otro era “el granerer” y cuando venía las mujeres sacaban los palos o cañas y les hacía las escobas con tiras de esparto.

De aquello no queda nada. Han hecho una especie de plaza con carriles para coches y tranvías. Mi calle se llamaba “C/ Cuarta playa de Levante”. Cuando terminó la guerra le pusieron “C/ Del Callao”. Hoy en día ni queda playa de Levante ni Callao.

ME LLAMO… Adoración Gutiérrez

Me llamo Adoración Gutiérrez García, nací en un pueblo de Albacete. Allí me crie con mis padres y hermanos. Las calles eran de tierra y piedra. No teníamos luz ni agua. Dentro de las casas, la luz era de un candil y el agua era de una fuente que se encontraba fuera del pueblo. Jugábamos en las calles, pues no había vehículos en aquellos tiempos. Lo único que se veía por las calles eran animales como burros, ovejas. vacas y gallinas. Íbamos al colegio todos juntos niñas y niños.

FA MOLTS ANYS. Laura Bosch

Fa molts anys, quan jo era xicoteta jugava amb la meua cosina en el carrer i els carrers eren de terra i podíem jugar perquè no hi havia quasi cotxes.

Ma mare anava a la platja en carro i en el carro anava molta gent.

A mon pare, els meus iaios, li van regalar un cotxe i tots volien que mon pare els passejara en el cotxe. Ma mare diu que només hi havia un cotxe a Moncada, el del metge. A l’estiu, podíem eixir a la fresca. Ara no podem eixir perquè hi ha molts cotxes.

MI PUEBLO. Teresa Nohales

Mi pueblo hace 50 años no tenía agua potable y teníamos que ir a la fuente que estaba a 1 km de allí, con un cántaro y un botijo, y se juntaban allí unas colas muy grandes.

No había luz en la calle, pero en las casas sí, pero a veces se iba y teníamos que encender el candil de aceite, que era de hojalata

Sí que había muchas gallinas y ovejas que salían del corral y se iban a la calle.

Las calles eran de tierra. Cuando llovía se llenaban las casas de agua y barro. Muchas veces se ponían cubos en las cañerías para recoger el agua y echarla en tinajas para asearnos. Para lavar la ropa íbamos al río.

Para hacer nuestras necesidades íbamos a la cuadra o al pajar. En mi pueblo no había tiendas e íbamos en burro a comprar a otros pueblos cercanos. Ni siquiera teníamos médico.

Ahora el pueblo tiene de todo y las calles están arregladas y muy bonitas.

MI MARIDO… Carmen Santos

Mi marido y yo fuimos de viaje de novios a una viña que tenía mi padre. Íbamos por el linde del camino con una bicicleta que le habían dejado a mi marido. Se resbaló la rueda de la bicicleta porque la carretera era de tierra y piedras y caímos los dos, con tan mala pata que me dio con el zapato en la boca y se me puso lo boca como “un bote de once gordas”, como decía mi marido.

Yo me casé el 2 de septiembre y el día 17 de septiembre me fui a vendimiar a una aldea y mi marido se fue a otra a pisar la uva. Cuando terminamos de vendimiar a los dos nos quedaron 350 pesetas y entonces se compró una bicicleta que le costó 325 pesetas y nos quedamos con 5 duros para empezar la vida.

Nos pusimos a vivir de alquiler en la casa de mis padres, pero en una habitación sola, porque la otra la tenía mi abuelo alquilada y nos cobraba 40 pesetas a nosotros y 40 pesetas al vecino. Y allí vivíamos como “los piojos en costura”. En esa habitación lo hacíamos todo: comíamos, guisábamos, nos lavábamos, dormíamos… Y así estuvimos viviendo hasta que mi marido se hartó y echó unos sarmientos y les prendió fuego para que los vecinos se fueran de allí.

Pero 40 pesetas pagábamos de alquiler en la casa de mis padres, porque mi abuelo era el tutor mío y de mis hermanos porque cuando yo tenía 12 años me quedé sin padre y sin madre, hace 70 años. A mi padre lo mataron y a los seis meses a mi madre le dio un ataque cerebral y se fue también. Y nos quedamos los tres: yo, la mayor con 12 años, mi hermana con 9 años y mi hermano con 5 años. Yo me fui a una casa a servir para que me dieran de comer y poder dormir. Me daban 1 peseta los domingos.

Las calles del pueblo estaban llenas de piedras y barro y no teníamos agua corriente. Teníamos pozos de lluvia y pozos de manantiales y de luz teníamos un candil de aceite y mi hijo, que ahora tiene 58 años, nació a la luz de un candil porque, por aquella época, la luz la quitaban a las 2 de la noche y mi hijo nació a las 5 de la mañana.

HACE TIEMPO… Pilar López

Hace tiempo, cuando éramos pequeños, mis hermanos y yo, los sábados nos íbamos a comer a casa de mis abuelos que vivían en Rocafort. Y mis abuelos nos llevaban al parque que estaba enfrente de su casa, y nos lo pasábamos muy bien en los columpios, el tobogán, jugando a la comba y a las canicas.

Luego, mis otros abuelos, que viven en Moncada, tenían una caseta por Bétera y los domingos y en vacaciones nos íbamos allí. Teníamos una piscina pequeñita y una más grande. Cuando llenaban las piscinas nos poníamos debajo del chorro y el agua estaba super fría, pero nos lo pasábamos en grande.

YO VIVÍA EN LA HUERTA. Virtudes Andrés

Yo vivía en la huerta. La carretera era estrecha y de tierra. Solo pasaban carros y cuando pasaba un carro salíamos corriendo para verlo. No teníamos agua y para lavar y fregar, la cogíamos de la acequia que pasaba por mi casa y para beber íbamos a una alquería que tenía pozo y la cogíamos de allí. Teníamos que ir andando muy lejos para comprar todo.

La vida ha sido muy dura, ya lo creo. Yo me quedé a los 6 años sin padre, mi Amparo tenía 8 días y mi Carmen 2 años (que son mis hermanas).

Mi madre se iba a trabajar y dejaba la papilla preparada para que se la diera a mi hermana pequeña y yo, en lugar de dársela a mi hermana, como también tenía hambre, la probaba y, a veces, no le dejaba casi nada a la pobre criatura.

YO SOY… Carmelina Rodríguez

Yo soy de Granada y vivíamos en un pueblo que se llama Órgiva. Vivíamos en casa de mis abuelos. Nosotros somos seis hermanos. Mi padre era un “corribamba”, que no sentaba el culo en ningún sitio, así que vendió lo casa de Órgiva y nos vinimos a Burjassot con lo puesto. Cuando llegamos no teníamos casa y teníamos que dormir en la calle, con mantas, hasta que encontráramos un piso. Yo tenía 5 años y el pequeño 2 o 3 meses. Allí estuvimos durmiendo, en la calle, hasta las 3-4 de la mañana. Luego bajó una señora y nos dio cobijo, nos subió a mi hermana y a mí a su casa para que durmiéramos con sus hijas, y a mis padres y a mis hermanos los puso en el garaje. No quiso que nos fuéramos de allí hasta que no tuviéramos una casa donde vivir.

Compramos un piso en Burjassot y a los seis meses mi padre lo vendió y nos fuimos a Las Carolinas y allí estábamos muy bien. Al poco tiempo se cansó y ya nos vinimos a Moncada. No teníamos mucho para comer porque solo trabajaba mi madre. Mi padre estaba enfermo de los pulmones. La vida ha sido muy dura.

YO VIVÍA… Pilar Bernat

Yo vivía en la C/ 2 de Mayo, 18, cerca del mercado, que ya estaba hecho y funcionaba. Yo me acuerdo que venía un “espardenyer” y podíamos pagar poco a poco. En las otras paradas del mercado no podíamos pagar así.

A mi padre lo mataron en la guerra y mi madre se quedó viuda con tres niñas y se puso a trabajar en la fosforera. Cuando se iba al trabajo, dejaba a mi hermana mayor al cargo de nosotras y, como era la mayor, siempre quería mandar y un día dijo: “vamos a jugar a carniceras y yo soy la carnicera”. Así que se le ocurrió coger tres patitos que teníamos en el corral y los mató para vendernos los trozos de los patitos; pero se los teníamos que devolver porque no tenía bastante carne para vender.

Cuando llegó mi madre… ni te cuento.

MI PADRE… Rafael Rodrigo

Mi padre era “llimoner i orxater” y tenía con mis tíos una “fábrica de llimonades” e iba por la calle vendiendo gaseosa y horchata e iba en una bicicleta con un carrito enganchado.

Yo jugaba con mi hermano en un campo que estaba cerca de mi casa, al fútbol y otras cosas. Y en la calle también jugábamos porque aunque pasaban coches, no había muchos.

Mi pasión es que me gusta pintar y dibujar desde los seis o siete años. Así que tengo la exposición de cuadros en mi casa.

Mi afición de ahora, que tengo 43 años, es ir al gimnasio y a la piscina porque como soy pensionista tengo tiempo para el gimnasio y para ir a la escuela.

CUANDO ERA PEQUEÑA… Yolanda Teruel

Cuando era pequeña, me dice mi madre, que era tan buena que siempre estaba llena de moscas porque tal como me dejaban me quedaba porque estaba enfermita de los pies y sólo andaba a rastras. En el hospital, me cuentan, que todos los médicos me querían mucho, incluso había uno, el Dr. Miranda, que me cogía y pasaba visita a los demás enfermos conmigo en brazos y si me dejaba en la cuna me ponía a llorar hasta que me volvía a coger. Hablo tanto del hospital, porque tengo 40 años y la mayor parte de mi vida la he pasado en un hospital, ya que me han hecho 65 operaciones, pues tengo espina bífida.

Cuando fui siendo más mayor fui siendo más revoltosa. En el hospital, cuando acababan de limpiar los cristales iba yo y los mojaba con una jeringuilla grande y llamaba a las enfermeras y les decía “está lloviendo”.

SON… Dolores Flores

Son muchas cosas las que me han pasado en la vida. La mejor fue cuando me casé que al año tuve a mi hija mayor. A los 6 años tuve otra hija y aquello me hundió totalmente, porque mi hija se murió. Tuvo un accidente, en casa. Tres sobrinos míos se quedaron huérfanos y yo me llevé uno a mi casa para criarlo. El niño le pegó fuego a la cuna. Yo me había bajado a la tienda a comprar unas cosas y me dejé los niños durmiendo y a mi hija ya no la vi más. Cuando llegué a mi casa estaba la policía, la guardia civil…

Estuve ingresada hasta el día siguiente. Salí para el entierro.

A mi marido, tuvieron que ir a buscarlo a Alicante, porque estaba trabajando allí.

Salió en el periódico y todo. Aún lo tengo en mi casa. Después de esto, estuve 2 años muy mal, hasta que el psiquiatra me aconsejó que tuviera otro hijo. Me quedé embaraza dos veces más y yo deseaba tener una hija, como si pudiera llenar mi vacío. Pero tuve 2 hijos, a los que quiero muchísimo.

A mi sobrino lo tuvo que acabar de criar mi madre. Ahora tengo una buena relación con él.

A pesar de todo, y mucho más, soy una persona muy alegre.

YO SÉ… Juana Jiménez

Yo sé hacer los topos de fallera. Aprendí a la fuerza, porque en casa éramos 3 falleras y había que ahorrar. Me fijaba en cómo lo hacían las peluqueras y después ya me atreví a hacerlos yo.

En este grup, les persones que ho han decidit han fet escrits individuals que posteriorment, en classe, han presentat o companyes i companys de forma oral. Les persones s’han ‘exposat’ i s’han ‘mostrat’ tal com són. La resta de companyes i companys també han fet intervencions, de vegades amb paral·lelismes, d’altres vegades fent preguntes. Malgrat pensar que podria haver estat un vertader compromís o generar incomoditat dintre l’aula, ha ocorregut tot al contrari, totes les persones han actuat amb naturalitat i s’han mostrat còmodes amb les seues intervencions.

A continuació mostrem alguns dels relats o mode d’exemple.

EN LA VIDA… Pepita Beltrán

En la vida hay ocasiones de poder expresar en público nuestras ideas y conocimientos sobre algún tema.

Voy a contar un poco de mi vida y cuál ha sido mi oficio.

A los 10 años dejé de ir a la escuela porque mi madre me necesitaba para cuidar a mis hermanos. A los 13 años empecé a ir a casa de una modista para aprender a coser.

Pasaron 2 años y la modista llamó a mi madre para decirle que ya podía ir a aprender corte y confección. Nos presentó a la profesora que ella había tenido y empecé a ir a la academia que estaba en Valencia.

A los 16 años me dieron el carnet de “Profesora de Corte y Confección”.

Cuando empecé a coser en casa me las vi negras al verme sola ante el peligro.

Cortar y coser parece fácil pero no es así. Recuerdo que las primeras piezas fueron para la familia. Más tarde empecé a coser para fuera y poco a poco iba perdiendo el miedo.

Pasaron los años y cada día me gustaba más coser. He tenido mucha faena y buenas clientas… Tengo buenos recuerdos… ¡No sabéis la ilusión que me daba cuando tenía trajes de fiesta para hacer!

Cuando ya llevaba unos años cosiendo conocí a una mujer y me dijo si le podía dar faena. Vino unos días para que yo viera cómo trabajaba. Me gustó, nos pusimos de acuerdo y empezó a venir a casa.

Pasaron los años, éramos buenas amigas.

Cuando venía la nueva temporada, nos íbamos las dos a Barcelona para ver los desfiles de moda y comprábamos telas exclusivas, modelos que yo luego transformaba porque eran caros y no podía comprar muchos.

Ya sabéis un poco de mi vida y aunque todo no ha sido de color de rosa yo he sido feliz con mi oficio.

Cuando me jubilé, mi hija me propuso que me apuntara a la Escuela Permanente de Adultos de Moncada.

Me matriculé y… ¡bendita la hora!… porque he aprendido mucho.

¡Lástima no ser más joven para tener más memoria!

Doy gracias a todo el profesorado por lo bien que se portan con todo el alumnado.

A LOS 12 AÑOS… Chelo Lerme

A los 12 años dejé la escuela y empecé a aprender a coser, pero como no me gustaba demasiado decidí aprender a bordar.

Aprendí a bordar a máquina a los 14 años con una bordadora que se llamaba Encarna y vivía en Alfara del Patriarca. Antes de empezar a bordar debes dominar el pedal de la máquina coordinadamente con el de la mano, así que poco a poco empecé a controlar el movimiento del pedal y el del bastidor y fue así como por fin pude bordar una bolsa de pan.

Para adquirir dominio, primero practicaba con un trapito y hacíamos cordoncito… para luego empezar a bordar sobre piezas pequeñas y así es como por fin pude bordar una bolsa de pan.

Cuando la profesora ya no pudo darme más clases, me dijo que en casa lo mejor era que practicara, que a bordar se aprendía bordando y bordando.

Cuando ya dominaba la técnica del bordado, mi tía Vicenta me propuso asistir a un colegio de monjas en Paterna (‘El Ave María’) que era muy famoso por los extraordinarios bordados que realizaban las monjas para la dote de la gente rica.

Ella me pagaría el curso y así, mientras aprendía más y mejoraba la técnica del bordado, podía bordar la dote de mi prima Vicenta. Le dije que sí y esa fue la primera vez que recibí algo a cambio de mi trabajo. Fue una especie de ‘trueque’ con mi tía y también con mi prima, porque ella me cosía ropa y yo le bordaba.

Cuando me sentí segura de que sabía el oficio de bordar, empecé a recibir clientas. No recuerdo exactamente lo que cobraba por los trabajos realizados, solo sé que mi lema era ‘bordar para otras como si fuera para mí’ y también guardo algunos registros, entre ellos una libreta donde hacía las anotaciones del material que necesitaba para cada trabajo y lo que les tenía que cobrar.

El dinero que gané, se lo daba a mi madre, pues antes era costumbre que la madre administrase el dinero de todos los miembros de la familia y era ella la que hacía la distribución para el gasto general de la familia y la dote de las hijas e hijos.

Mi sensación era la de no ganar lo suficiente, porque pensaba que gastaban más dinero en mí que el que yo era capaz de aportar y aunque mis padres nunca me dijeron nada, ésa era la sensación que yo tenía.

El trabajo que supuso un reto para mí, fue cuando la Sección Femenina del Centro Artístico Musical me encargó que les bordara un banderín que querían regalar a la Sociedad. Fue un reto porque yo realmente dije “sí”, sin realmente saber el trabajo que ello conllevaba, pero también fue todo un orgullo porque mi familia estaba muy vinculada a esta sociedad, mi padre era socio, mi hermano era músico y yo siempre iba a los conciertos, a los teatros… pero sobre todo fue la figura de mi padre, la que me movió a tomar la decisión de realizar el trabajo.

En este trabajo tuve que observar, inventar, crear, improvisar… pues por ejemplo hice un boceto a partir de un escudo que tenían las monjas, o tuve un problema con las cuentas de la corona que finalmente fueron las de la pulsera de una vecinita a la que se le rompió y vino para que yo se la arreglara… ¡y preferí comprarla nueva y aprovechar la vieja para el escudo!

Recientemente he visitado la sociedad y al ver el banderín arrinconado, decidí hablar con el presidente y proponerle hacer una funda para protegerlo del polvo. Posteriormente me informaron que lo van a poner en una vitrina.

POR LOS AÑOS… Vicenta Medina

Por los años 1950/ 1952, yo era una niña de 7 u 8 años.

Siempre he sido muy inquieta y mucho interés por aprender a hacer las cosas.

En la aldea donde yo vivía, tenían costumbre las chicas casaderas, de juntarse para bordarse la dote en la puerta de casa. A mí me gustaba mirar cómo lo hacían, y me hubiera gustado hacer labores, pero mi madre no podía comprarme hilos de colores y los trocitos que las muchachas tiraban, yo los cogía y con ellos daba puntadas. Un día me di cuenta de que mi madre tenía en la cama una colcha de muchos colores, cogí una aguja y empecé a tirar de los hilos para que salieran las hebras lo más largas posibles para poder bordar. Yo procuraba que nadie me viera y mi madre estaba mosqueada porque no lograba entender lo que le pasaba a su colcha.

Una temporada larga, mi padre tuvo que guardar cama porque estaba enfermo y yo necesitaba hilos. Un día que fui a sacar hebras, me descubrió… Entonces llamó a mi madre y le dijo: ¡mira… lo que le ocurre a tu colcha!… ¡Menuda riña me dio!

A los 15 años, ya trabajaba en Valencia de empleada de hogar y cerca de la casa donde estaba había una iglesia donde las señoritas de ‘acción católica’ que así se llamaban entonces, enseñaban a las chicas que querían aprender cosas y yo me apunté. Iba los martes y los jueves, porque en la casa estaba interna y no podía salir cuando quería.

Me enseñaron un poco a coser, a hacer vainicas… y un poco a bordar porque para entonces ya tenía hilos de colores.

Como podéis ver, he sido “aprendiza” de muchas cosas y “oficiala” de nada; pero sigo en mi empeño y ahora con casi 70 años estoy intentando aprender a manejar el ordenador… bueno… ¡por lo menos a mover el ratón!

APRENDÍ, APRENDO Y APRENDERÉ. Rosa Fernández Ruano

Empezaré hablando de la educación en mi infancia; cuando tenía 4 años mis padres me inscribieron en un colegio de Alfara del Patriarca, tengo muy buenos recuerdos de aquel centro y de las experiencias vividas en él. Estaba lleno de flores. Un día que estábamos jugando en el patio la maestra llamó a los niños para que entrasen a clase, yo no la oí y me quedé sola en el patio, no me gustó nada esta experiencia, pero menos me gustó el azote que la profesora me dio en el trasero. Se había asustado mucho al no verme en clase.

Pasado un tiempo mis padres compraron una casa en el pueblo de Manises y nos tuvimos que cambiar de domicilio y de colegio, aquel colegio también me gustaba mucho, había muchos columpios.

Tenía yo ocho años cuando mis padres tomaron la decisión de separarse, por lo que nuevamente nos trasladamos, mi padre, mis tres hermanos y yo. Mi padre tuvo que volver a inscribirnos en el colegio de Torrente. Me acuerdo mucho del profesor que en ese tiempo tenía, era un hombre recto y a la vez cariñoso, nos hacía mucha gracia su nariz. Era una larga nariz y todos llamábamos al maestro “Don Mosqui” aunque su nombre era Don Juan.

A los diez años mi padre decidió que saliese del colegio definitivamente. Era un tiempo en el que mi padre iba a trabajar con su segunda mujer, se dedicaban a la venta ambulante, por lo que no podían hacerse cargo de nosotros tanto como a ellos les hubiese gustado. La abuela ya era mayor para atendernos a todos, por lo tanto la decisión de mi padre fue la siguiente: yo me quedaría a cargo de la casa y de mis hermanos y a cargo de mi hermanastro, que era deficiente, siempre todo esto con la supervisión de la abuela.

Recuerdo mucho el día en el que mi padre decidió ir a hablar con el profesor, me sentía triste al escuchar lo que el profesor le decía a mi padre. Le decía que era una pena que tan niña dejase los estudios y que además era una niña responsable, obediente e inteligente.

En aquel tiempo no entendía las cosas pero yo sé que mi padre lo hizo con todo el dolor de su corazón y que no le quedó otra opción más que actuar de esa manera.

A la edad de 31 años me convencieron para que estudiase el carné de conducir. La verdad es que me daba bastante miedo pero me lo propuse tan solo para probarme y convencerme a mí misma de hasta dónde podía llegar. El teórico lo conseguí aprobar a la primera, la práctica me costó muchísimo más, aprobé la quinta vez que me presenté. Me puse muy contenta y aunque tarde, llevé la “L” con mucho orgullo.

A la edad de 36 años he tomado la decisión de retomar los estudios en el colegio de adultos de Moncada.

Estoy en el curso de preparación para el graduado de educación secundaria, me parece bastante difícil pero no imposible.

Me he dado cuenta de que el graduado hace falta para todo, sobretodo en el área del trabajo, estamos en tiempo de crisis por lo que las oportunidades de conseguir un puesto de trabajo son más bien escasos. Las empresas prefieren a gente con estudios y experiencia antes que a gente sin estudios.

Por otro lado, he decidido estudiar al ver que a mis hijos no les gusta demasiado estudiar y así podré ayudarles. Tienen la oportunidad que yo nunca tuve y no lo valoran como deberían.

Por estas razones me he propuesto cumplir mi sueño y despejar la duda: ¿valdré o no valdré para esto?…

Cuando era niña confeccionaba ropa para mis muñecas, siempre me ha gustado la costura y me he preguntado: ¿si yo hubiese estudiado podría haber sido diseñadora?

Por lo tanto yo no me doy por vencida, voy a poner ganas al estudio a cumplir el sueño que tengo en mente toda mi vida.

Me encantaría que mi texto sirviese para animar a otras personas adultas a estudiar y para decirles que nunca se den por vencidos a la hora de cumplir sus sueños. Nunca es tarde si la dicha es buena.

APRENDÍ… Carmen Aguilar Rodríguez

Pienso que el aprendizaje es parte inseparable de la vida del ser humano, pues estás aprendiendo desde que naces hasta que falleces, por eso se dice que cada día se aprende algo nuevo.

Mi relación con el aprendizaje durante la EGB no fue muy buena. En mi época de estudiante los maestros te podían pegar, humillar y gritar; y no pasaba nada, todo lo contrario que ahora.

En primero y en segundo curso, con 6 y 7 años, tuve unos maestros muy mayores, estaban a punto de jubilarse y tenían muy mal carácter ya que no les gustaban los niños.

En primero tuve a Doña Julia, ella chillaba bastante y no te dejaba ir al servicio, con la edad que teníamos, más de uno se orinó encima.

En segundo tuve a un tal Don Juan, que decía que la letra con sangre entra, hablaba mucho de cosas de la Guerra, era muy mayor y ese mismo año se jubiló. Por las tardes le gustaba que leyésemos en voz alta, iba diciendo apellidos para continuar la lectura, como no supieses por dónde había terminado tu compañero, te hacía ponerte en pie. Cuando terminaba la lectura, a todos los que estaban en pie les daba un premio, cogía su regla de madera y uno a uno te hacía poner la mano hacia arriba con la punta de los dedos juntas, si abrías la mano te daba con la regla más de una vez.

En quinto tuve a Don Luis, también pegaba, si no te sabías la lección, con un anillo que era bastante gordo, en la cabeza, cuando había muchos que no se lo sabían nos insultaba diciéndonos palabras como: burros, cazurros o alcornoques.

Mis mejores recuerdos son de cuarto y sexto con Don Enrique y Don Remigio. Fueron los más divertidos y con los que mejores notas tenía. Nos gustaba ir a clase, enseñaban sin chillar y motivando a los alumnos, recuerdo que aunque estuviese enferma lloraba por ir a clase. La verdad es que había materias que no se me daban bien, sobre todo las matemáticas, me costaba bastante entenderlas.

Desde muy pequeña he sido muy responsable. Me levantaba muchos días a las 6 de la mañana para estudiar, nadie me tenía que despertar.

A pesar de que me costaba mucho nunca tuve que recuperar en septiembre. Aprobé el graduado escolar con una media de 6.5.

Como me costaba tanto estudiar y me sentía torpe no continué estudiando. A parte, en Moncada no había nada que me gustase estudiar. Mi madre me llevó a casa de una señora para aprender a coser. Decía que algo tenía que hacer, no tenía edad de trabajar.

Algo aprendí y por lo menos en ese terreno me defiendo bien. A los 16 años empecé a trabajar, no quería estudiar y en casa hacía falta el dinero.

Trabajé limpiando y también en varias fábricas, terminaba en un sitio y no pasaba un mes, cuando ya estaba en otro.

A pesar de no haber estudiado, siempre tenía un libro entre las manos, pues leer me ha gustado desde muy niña, siempre estoy leyendo algún libro. Me sorprende mucho que haya tanta gente que diga que nunca ha leído un libro.

Lo primero que estudié después de EGB fue el carné de conducir. Me hacía falta para poder ir a cualquier sitio, pues iba a vivir al campo y tenía que ir a trabajar.

Tener que volver a estudiar para mí era un mundo. Aprobé a la primera el examen teórico, no fue nada la experiencia, aunque sentía mucha tensión por volver a estudiar.

Hice un cursillo de Windows e Internet en el 2004. Me apunté a clases de natación y chi-kun, en el cual tuve una maestra de la que he aprendido muchas cosas que me han hecho cambiar como personas, me han hecho ver la vida de forma diferente y positiva.

Pienso que para un alumno son muy importantes sus maestros, si hay conexión con ellos, seguramente aprenderá mucho más, aun teniendo dificultades para el aprendizaje.

A partir de entonces he combinado mi trabajo con cursos de las cosas que me gustan y veo interesantes. He hecho un cursillo de quiromasaje, me gustó bastante y alguna vez lo practico con amigos. El Reiki, que tengo el tercer nivel, también lo practico bastante.

A parte de en estos ámbitos también he estudiado varios cursos de risoterapia, coo-dependencia y “El niño interior”. Casi todos los cursos que me gustan están relacionados con el ámbito psicológico y con el comportamiento del ser humano.

He descubierto que me gusta aprender, aunque en algunos terrenos me cueste bastante, hay cosas que no se me dan mal.

Ahora pienso que aprender es algo que te hace sentir mejor contigo mismo, o a su vez, te hace sentir que estás viva.

Este verano después de vacaciones han hecho un ERE en la empresa que yo trabajaba y me he quedado en el paro. He pensado que con lo mal que está encontrar trabajo ahora si no tienes estudios tienes menos posibilidades de encontrarlo.

He vuelto al cole después de tantos años, sé que hay asignaturas que me cuestan un montón, algunas ni siquiera me suenan, cuando yo estudiaba no aprendíamos Inglés ni Valenciano. Pero sé que si no lo intento seguro que no podré conseguirlo, todo esfuerzo tiene su recompensa y lo peor que hay es dejar pasar el tiempo sin hacer nada. El tiempo es algo que para mí tiene mucho valor, hay que aprovecharlo al máximo.

Creo que nunca es tarde para aprender.

APRENDIZAJE DE LA VIDA. Valeria Cynthia Balmaceda

Muchas veces pensamos que el éxito en nuestra vida está regido por la cantidad de logros que hayamos conseguido, y casi siempre esos logros son fruto de las oportunidades que obtenemos de la sociedad.

En mi caso esas oportunidades fueron de la mano de mis profundas ganas de progresar y evolucionar, por eso mi mayor meta siempre fue estudiar y aunque en ocasiones las circunstancias externas no te lo ponen fácil, con perseverancia y esfuerzo se pueden lograr los propósitos deseados.

Así fue como comencé a estudiar Magisterio en Buenos Aires, al mismo tiempo que trabajaba, combinando las clases con las prácticas en los colegios. No fue fácil, por horarios y contratiempos, pero era gratificante presenciar y practicar en cada clase.

Durante la carrera se hacía mucho énfasis en el área artística y en la pedagógica.

Recuerdo las excelentes profesoras y las clases magistrales. Nos enseñaban la importancia de ser una “maestra completa, preparada para todo”, por eso teníamos muchas materias de actividades prácticas y manualidades.

Siempre me entusiasmó la idea de trabajar con niños, no solo porque me encantan los pequeños, sino más aún por mi gran vocación por la enseñanza. Pienso que es una profesión en la que tienes la maravillosa oportunidad de estudiar toda la vida, renovándote una y otra vez.

Pero a veces la vida te lleva por caminos que no habías planeado y le da un giro a tu presente. A mí me llevó o cambiar de continente y luego de haber acabado la carrera de Maestra de Infantil en Argentina llegué a España, y un nuevo abanico de experiencias se abrió ante mí, entre ellas tuve la oportunidad de entrar a estudiar en la Universidad de Cádiz, concretamente en la Facultad de Ciencias de la Educación, donde por segunda vez realicé mi carrera de maestra, resultó que no se podía homologar mi título en España, porque mi plan de estudios de Argentina era muy antiguo y entonces tuve que volver a estudiar.

Creo que al ser otro momento de mi vida, con más experiencia y madurez lo valoré de distinta manera, lo disfruté más y me atrevo a decir que aprendí muchísimo más conscientemente, fue una renovación de mi anhelo de ejercer corno docente y de seguir evolucionando.

En la Universidad de Cádiz conocí profesores asombrosos, presencié sesiones muy participativas que no tenían desperdicio, y aprendí mucho de mis compañeros.

Noté bastante la diferencia con las clases de Buenos Aires porque en Cádiz se hacía más hincapié en la Didáctica, en un buen marco teórico, para forjar las bases de un futuro maestro. Yo todo lo aprovechaba, porque la teoría era fundamental para comprender, y las bases artísticas y psicológicas de Argentina eran indispensables para actuar.

Y como quise seguir aprovechando las oportunidades que se me presentaban, no dudé en acogerme al Sistema de Intercambio entre Centros Universitarios Españoles y pedir una plaza en la Universidad de Valencia para cursar mi último año de carrera en España. Y así fue como llegué a Valencia.

En dicha Universidad Valenciana colmé todas mis expectativas tanto en el contenido académico, como en profesorado.

Las clases tenían una riqueza y una variedad grandiosas. Sesiones prácticas cargadas de herramientas para ejercer la docencia. Multiplicidad de formas y trabajos con responsabilidad grupal me enseñaron a comprender el aprendizaje desde esta perspectiva.

Fue una experiencia muy gratificante y productiva, que sin duda volvería a repetir, si pudiera.

En la Universidad de Valencia reinaba la práctica, que sumándolo al marco teórico que experimenté en Cádiz y la parte artística y psicológica que experimenté en Buenos Aires, podemos decir que estoy preparada para dar lo mejor de mí, a esos niños que espero me aguarden pronto en algún colegio.

Títol  Històries de vida a l’Escola Permanent d’Adults (EPA)
Temàtiques memòria oral, EPA, escola, treball, dona, documents
Publicació Moncadapèdia Dimarts 15 de desembre de 2020
Font

Guia per a les històries de vida. Fer i pensar. TAREPA-PV/ L’Ullal edicions/ Institut Paulo Freire d’Espanya, 2013, pp. 65-80. [Crèdits complets a l’esquerra, dins d’un quadre detallat].

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