Fitxa de la publicació

Nom Dolores (Lola) Cabezas Muñoz (dilluns 10 de gener de 1938), amb participació del seu home, Lorenzo Comino García (dilluns 27 de maig de 1935), naturals de Navas de San Juan (Jaén)
Categories Dona, etnologia, postguerra, emigració
Data i lloc de l’entrevista Dimecres 27 de novembre de 2024, casa dels entrevistats al barri de les Torres
Agraïments Lorenzo Comino Cabezas, Mila Lloria Albert
Equip entrevistador Etnopèdia (Laura Yustas, Nelo Vilar)
Publicació a Moncadapèdia Dilluns 16 de desembre de 2024
Enllaç https://youtu.be/pPgyZNwkFbY
Extracte https://youtu.be/qCtuBo4a12Y
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Lola i Lorenzo ens van rebre a sa casa, al barri de les Torres, amb una generositat que agrairem tota la vida. Amb ells vam tindre esta conversa que fa llum sobre la vida en un barri perifèric a la ciutat de Montcada, una vida de treball i de dignitat, de solidaritat entre veïnes i gent treballadora. És un relat amb un enfocament de dona que ens agrada especialment. Cal veure (o llegir) l’entrevista per entendre el valor etnològic del seu relat, però també la humanitat que hi ha en estes persones, la seua saviesa i la dignitat (i la diversió) que hi ha en la seua conversa. Vam parlar amb Lola i Lorenzo com amics, una amistat de la que esperem gaudir durant molts anys.

Sinopsi

Lola Cabezas Muñoz (1938), acompanyada pel seu marit, Lorenzo Comino (1935), fa un relat de la seua joventut al seu poble, Navas de San Juan (Jaén), i dels 64 anys de treball i de dignitat des del barri de les Torres.

Transcripció

Lola.- …todo lo que quería y más, pero no por su gusto, sino por necesidad. Por ejemplo, mi padre… éramos cuatro hijos, porque uno se murió de 2 años, pero cuatro. Y era solo para ganar. Pues ganaba 12 pesetas al día trabajando de sol a sol. Y entonces mi padre y mi madre pues cuando nosotros tuvimos edad de ir a la escuela nos pusieron a llevar agua a las casas que no había agua: un duro una cubeta, pues para comprarte unas sandalias, unos calcetines, o te daban un trozo de pan. Los ricos de Andalucía, ésos son los ricos de Andalucía, que no se den tanto golpe en el pecho, que hay que tener más corazón y menos abusar de las personas. Y por eso que les digo… Y yo me casé con 22 años, me vine aquí y la verdad que vivo muy feliz, porque ya llevamos 64 años. 64, ya va para los 65.

Lorenzo.- Yo voy a cumplir 90.

Lola.- Trabajando él y trabajando yo en lo que hemos podido, en lo que hemos podido, nada de mirar. Lo que pasa que hemos estado acostumbrados a trabajar y a padecer, y entonces no hemos mirado como ahora: “Oiga, a mí me apetece esto. Yo no puedo hacer lo otro…”. Como ahora, ¿eh?

Yo también soy de pueblo y de familia agricultora. Y vamos, yo he trabajado desde pequeñito. Vacaciones yo no he tenido nunca.

Lola.- Nosotros vacaciones hemos tenido…

Lorenzo.- Yo tampoco.

Lola.- Hemos tenido 15 días en el mes de agosto porque mi padre era mulero, era mulero de… iba con dos pares o tres de mulos y él era el encargado de los que iban. Pero ganaba muy poquito con eso. Y entonces esos días, como hacían en agosto, sacaban la cebada y trillaban, los mulos estaban muy castigados. Entonces le daban un mes… 15 días al río con los mulos para bañarlos. Y entonces nosotros pues hacíamos… sí, 15 días, y nos íbamos… mi padre llevaba un mantón de la aceituna y las albardas de los animales, hacía una cama y todos juntos. Mi padre el primero, mi madre detrás y de cuatro los hijos. Y allí, y llevaban entonces pues lo del pueblo: harina, garbanzos, etcétera, y allí pasábamos 15 días. Si había alguna huerta alrededor decíamos: “véndeme 1 kilo de tomates que hagamos un pisto”. Pues hala, un pisto.

¡Las vacaciones!

Eso eran vacaciones, llevando harina y un poco de aceite y lo que había en casa, poquito. Pero te quiero decir que la vida cada uno… Entonces mi padre en vez de darnos colegio… porque yo ahora mismo he invertido en cosas, que no tenía que haber invertido, pero bueno, las he invertido, para que mis hijos no padezcan lo que yo padecí. Yo llegué aquí con una maleta, cuando queráis os doy la carta que tengo de las bodas de oro, una maleta y un colchón. Y dentro del colchón iba lo que necesitaba. Ni más ni menos. Pero claro, he hecho cuatro casas. Pero claro, tengo… mi hijo una. Mi hija otra, y ésta que es mía. Y la que me ha tocado de mi madre que la he arreglado un poquito allí en el pueblo, que es muy chiquitina, o sea, tiene 3 m y medio de frente. Sí, sí, pero eso si tú la ves dices esto es una muñeca, una joya. Tiene de todo, así que mira.

Mis hijos han ido al Patronato de la escuela porque yo quería que fueran lo que yo no fui. Por las consecuencias de la vida. Yo iba a trabajar para ellos nada más. No quieren que lo diga.

Lorenzo.- Todas las noches íbamos a las 10 de la noche a la Estación del Norte.

Lola.- Al Luis Vives. A recoger a mi hijo.

Lorenzo.- A recogerlo.

Nos tienen que decir cómo se llaman.

Yo me llamo Dolores Cabezas Muñoz. Que… ¿el pueblo y todo? Soy nacida en Navas de San Juan, provincia de Jaén, partido judicial de la Carolina. Y casada y bautizada y todo en la Navas de San Juan, todo.

Lorenzo.- Y yo Lorenzo Comino García. Nacido el 27/5/35. Y aquí me tiene.

Lola.- También de Navas de San Juan. Éramos familia sin saberlo. Mi padre y su madre me parece que eran primos segundos o una cosa así. Yo lo sé porque mi padre es García y su madre también. Fíjate, después de casarnos nos enteramos. Pero bueno, así es la vida.

Ya nos ha dicho que su padre era mulero.

Mi padre era trabajador del campo, mulero, toda la vida, mulero del campo. Ha trabajado en varias casas grandes, muy bien mirado porque ha sido un hombre muy educado y muy serio para su trabajo y para los que ha llevado. [5 min.] Y lo han querido, en mi pueblo… va, Juan José Peseta y la Rubia de Valcárcel la conoce todo el mundo, todo el pueblo. Ahora mismo… ahora yo llamo, voy por ahí por mi pueblo, cuando voy. Dice: “¿y ésta de quién es?”. Cuando voy con una sobrina mía dice: “¿ésta? ¡Si ésta es hermana de mi madre!”, y si no me está alguna digo: “yo soy de la Rubia de Valcárcel”, digo, “y si no de Juan José Peseta”. Digo: “que yo ya no seré Peseta, seré un duro o algo más”. Así, o sea, con gracia las cosas hay que decirlas así. Y nosotros somos muy conocidas. Fíjate si somos conocidas que hay un chalet ahí y hemos estado con ellos un montón de años. Y un año dice, digo: “¿te quieres venir conmigo al pueblo?”. Julieta era una mujer que tiene un chalet en Masías. Dice: “pues me gustaría ir a tu pueblo, Lola. —Digo: pues vente”. Digo: “pero yo te voy a decir una cosa, ¿eh?, digo, yo no soy atea, pero la iglesia todos los días no, porque yo aquí en mi pueblo soy muy conocida y no voy a poder salir a la calle”. ¿Tú sabes que nos llamó la atención el cura? Nos damos la paz, con las personas que había al lado, y yo me arrodillo y le doy la paz a una: “uy, ¿tú qué eres, Lola o Fructuosa? Es que como lleváis las dos gafas. —Digo: perdona, soy Lola”, y dice el cura: “¡oiga! ¡Oiga, por favor, a la calle! —¿Yo?”. Cuando salía de la iglesia le dije: “¿tú has visto? Yo ya te he enseñado el camino, ¿eh? Pero yo ya no vengo. Otro día, otro domingo, me dio la idea de ir con ella y claro, me arreglé un poquito con la ropa que llevaba nueva y tal: ¿qué tú te crees que podía salir de la iglesia ni llegar a mi casa? “Lola, tanto tiempo sin verte, y estás igual de guapa y…”. Madre mía, y esto y lo otro, y lo que pasa en los pueblos. Digo: “que ya no salgo más, Julieta, que yo no puedo salir a la calle. Que te hace un examen de conciencia la gente del pueblo en un instante”. Sí, sí, te pregunta: “¿y tu hijo, y qué tiene y tienes nietos. y qué están estudiando y en qué trabaja y…”. Te hacen un examen, ya te digo, no te dejan ni un pegao en el rincón.” Y yo eso no me gusta, porque yo le pregunto a cualquiera: “¿cómo estás? ¿Y la familia? —Bien. —Me alegro”, y ya está, yo no pregunto tanto, porque no… Es así, pero bueno… La vida.

¿Tú conoces a los Roca? Estos que tienen ahí la masía. 27 o 28 años he estado ahí trabajando, todos los días.

Claro, es una de las cosas que queríamos preguntarle: qué hacían ustedes aquí, a qué se dedicaban…

Yo cuando vine aquí [1960] no sabía nada más que limpiar. Y iba… como entonces los de Benagéber tenían dinero, porque habían cogido las parcelas, entonces yo iba ahí y tenía todos los días trabajo. Y como era tan trabajadora, además de mi hora, que era a duro la hora, ¿eh?, cuatro horitas, cuatro duros. Pero luego me daban la bolsita con dos tomates, dos patatas, dos huevos. Me recompensaba, y… “Lola…”, es que yo no tomo café, ni leche ni nada, no tomaba nada. He empezado aquí a tomar café con leche. Y ya pues le hago: “¿tú qué sabes hacer, Lola? —Yo lo que hacen las mujeres. Todo lo que hacen las mujeres”. Y cuando me ven lavar y me ven pintar los bajos del patio, y fregar una puerta y… Si en la vida… los dientes me han nacido limpiando. Pues sé limpiar. Y ahora ya cuando crecí, pues me aprendí a cocinar, y cuando no iba allí el sábado y el domingo y había boda en el Bonaire, allá que me veía. ¿Y en los Combonianos ésos que hay ahí? Esos los he estrenado yo. Con 30 niños y con 30 y pico. Para hacer de cenar, para hacer comidas, para poner los desayunos, para los bocadillos de… 30 bocadillos todas las tardes. Y nada, todo con máquina, montando los fiambres, el que quería longaniza, el que quería mortadela, el que quería chóped… Media barra para cada uno, hala, hala, 30 bocadillos. O sea que la vida se me ha hecho muy fácil, pero muy difícil. O sea, que lo que tengo no me lo ha dado nadie. Me dice la gente: “a mí que no me digan, le ha tenido que tocar alguna quincena o algo”. Pues no, entonces comprabas una casa por 200.000 pesetas y entonces trabajando los dos, aunque mis hijos he tenido suerte que no se me han puesto malos tampoco y no me han dado guerra, o sea, han ido a la escuela, yo lo he llevado al Patronato para comer y todo, todo el día allí. Y luego un día hablé en la … cuando se va al colegio que hacen… hablé. Porque dice: “si alguien tiene algo que decir…” [10 min.]. Y yo digo…, y callá. Y al rato al rato dice: “por ahí una señora o un señor había alzado la mano. —Digo: sí, una servidora. Digo, pero me va a perdonar porque yo soy analfabeta, no sé nada. —Dice: pero algo quiere. —Digo: sí. Digo: mis hijos vienen los dos al Patronato, Lorenzo Comino y Carmen Comino. Uno tiene tantos años y otro tiene tantos. Mi marido viene a las 8:30 de la noche. Digo: y yo soy cero patatero. Digo: entonces quiero decir que desde las 9 que entran hasta las 5 que salen, si tienen en el colegio hora y media o 2 horas, que algún tiempo le dediquen a los deberes. Porque cuando llegan a casa, no hay quien les pueda decir esto no va así, esto no va asá, esto… Digo: es que no va así, y yo los traigo para que aprendan lo que yo no sé”. Se quedaron… Bueno, yo iba con mi jefe, porque los chiquillos de mi jefe iban a la misma escuela. Y cuando salimos me dice: “Lola, ¡qué valiente, qué valiente, con la gente que estábamos!”. Pero yo me prevení y les dije: “yo no sé hablar como los que hay aquí. Soy analfabeta, pero voy a hablar por mí”. Yo no me pasé, ni decir que aquí hay perracos, que aquí hay sinvergüenzas, que aquí… Nada, nada, nada. Nada, que dije: “yo mis hijos los traigo a las 9 de la mañana, y hasta las 5 que salgan, yo creo que tienen tiempo de aprender, y no llevar a casa el deber, que ninguno… Mi marido les puede explicar algo, pero cuando viene a las ocho y media o las nueve de la noche… ¿Qué le puede explicar mi marido, si lo que viene es… pa lavarse, y como no esté la cena hecha se acostaba sin cenar, de cansado?”. Era un trabajo pesado y de todo. Así que yo soy una mujer que…

Lorenzo.- He trabajado mucho tiempo en Bruguera.

Lola.- Entonces es cuando nos espabilamos un poco, porque ya… Aquí cuando vino era barrenero, era con el martillo. Y eso era un trabajo… Luego trabajó con tractores de cadenas, que eso es muy pesado. Y trabajaba todo el día, había turnos.

Lorenzo.- Arreglando campos, y haciendo campos para plantar naranjos.

Lola.- O sea, que le quiero decir que nosotros hemos trabajado duro. Y yo ahí he trabajado 4 horas, me iba… a ver, entraba a las 9 hasta las 2. A las 2, a las 2:10, a las 2:15 salía, que había algún coche disponible para traerme, bien; que no, me iba a mi casa andando. Que andaba casi 1 km, pa’llá y otro pa’cá, todos los días, todos los días. Lloviera, nevara, todo. Si llovía decía: “Lola, ahora se espera, que ahora voy a por usted”. Y iban a por mí, porque claro… Ella me lo decía así, dice: “ni por una peseta ni por dos la voy a dejar perder”. Mire si me quería. No, porque valía para lavar, para pintar, valía para la cocina, valía para coser, valía para planchar. De todo eso. Y claro, eso no lo encuentran hoy.

¿Y cómo fue la venida hasta aquí?

Pues la venida muy fácil. Mi marido estuvo un año y medio sin ir al pueblo a verme. Y sí, año y medio. Bueno, estuvimos 5 años festeando por carta. Festeando por carta. Él aquí, o estaba en Madrid, se fue a trabajar un año, se fue a Badajoz otro año haciendo una presa de… ¿sabes? Y luego ya una mujer me dijo, dice: “no guardes tanto luto, si tu novio tiene muchas amigas”. Y yo estaba siempre encerrada porque yo tenía muchos pretendientes y como lo quería a él, pues la verdad es que no quería… Yo he sido muy recta.

Lorenzo.- El pantano de Guadalén lo hicimos… estuve allí trabajando.

Lola.- Ahí entró con catorce años hasta que se fue a la mili. Y entonces pues nada, pues le escribí a mi padre que estaba yo ya enfadada para no arreglarme con él porque yo tenía pretendientes a punta pala. Porque claro, era una bombonera, porque no por decirlo yo, pero… No, que me lo decían todas: “Lola, ¿cuántos han caído esta noche?” ¿Cuántos pretendientes? “—Digo: ¡uh, a manojitos como los boquerones”. Digo: “ya estoy acobardada, no voy a salir otra noche. Digo: no voy a salir”. Y te quiero decir que yo he sido una mujer muy valiente. Bueno, muy valiente sin llamar la atención. Porque yo no he llamado la atención. He llamado la atención solamente que he sido rellenita, y airosa, y los ojos verdes… y la gente, pues yo qué sé, los chicos decían: “mira, por ahí va”. “Xu-xu”, ya estaban: “xu-xu”. Y he ido… yo daba 20 vueltas a la plaza para no pasar por la plaza. Era muy corteta yo, aunque así hablo, no, era corteta. Luego ya, claro, la experiencia de la vida… [15 min.]

Lorenzo.- Subía yo todos los domingos y algunos días que tenía libres, a verla. Y ya me obligué, y no podía entrar porque no había pedido permiso ni nada. Pero llegué un día y digo: “esta noche voy a entrar”.

Lola.- No, porque yo ya le había dado un poco de calor, pero si no le doy calor no…

Lorenzo.- …a mi suegro. Y llego allí y digo: “bueno, yo he venido aquí a hablar con una persona. Digo: y me tengo que ir. —Dice: pues tú dirás. —Nada, que estoy novio con su hija, digo, y me sabe mal venir al pueblo desde el pantano y no poder verla. —Dice: hombre, pues si es así, aquí tienes tu casa. —Bueno, muchísimas gracias”.

Lola.- Mi padre era un hombre que también no era… no sabía leer ni escribir. Todo lo que sabía era de cabeza. Y… pero tenía educación. Es que los padres antes eran muy rectos, no te daban tantos besos, ni tantos juguetes, porque no había, ni tantas cosas. El pan no lo partían más que el papá o la mamá, tú no podías tocar el pan, eso era sagrado. Costumbres. Y bueno, y a mí, yo ya te digo, yo no me quejo de esa costumbre, a mí me viene bien, porque yo hoy, cuando dice un hijo: “dame el pan, trae el pan que corto”, y no lo corta bien o no lo corta con el cuchillo… Nosotros nos hemos criado con unos padres muy rectos. Muy rectos, y eso que hemos pasado muchas calamidades. Y yo me vine aquí pues como ya fue al año y medio a por mí, entonces nos casamos en 15 días, allí, nos casamos el día 27 de junio… No, el día 22 y el día 27 nos vinimos. Y desde entonces estamos aquí. Así que…

Lorenzo.- Y todavía estamos juntos.

Lola.- Y me vine a pagar 300 pesetas de un dormitorio con derecho a cocina con la mujer. Y 200 pesetas de los muebles, que traía una tarjeta de mi pueblo, de la calle San Vicente, muebles Doménech, no sé si lo has sentido. Vine y de ahí de esa casa me compré mi habitación y una mesa camilla y dos sillas. Y ya está. Y con eso hemos vivido, y a los 7 meses ya compramos un solar entre mi suegra y yo, y ella hizo abajo y yo hice arriba. Y mi marido tenía unos maestros de obra que trabajó con ellos y nos hizo toda la casa fiá, pagando 20 [duros] al mes. ¡Fíjese usted! Fíjate qué historia.

¿Y era esta casa?

No, esta casa no, la de allá abajo. Mi suegra hizo allí una casa que está pintada verde, que se ha hecho mi hijo, la de arriba es la mía y la de abajo ahora es de él.

Entonces, se vinieron a vivir para aquí, por toda esta zona…

Sí, nosotros vinimos a vivir a la calle del centro de aquí del barrio, y venimos a vivir. Y ya nos pusimos a vivir en la casa ésa que hace el chaflán, y ahí he vivido 32 años y 32 que llevo aquí, los 64. Mira si tengo memoria.

Y aquí no tenían instalación de agua, ni de luz…

Aquí no había… aquí teníamos que buscar el agua a la acequia. Y la luz la dueña de la casa tenía una bombilla para toda la casa. Tenía mucho cable cuando la iban cogiendo y eso… ha vivido así mucha gente, que también… Yo he vivido en mi casa sin luz, con velas y con carburo. Mi hijo nació con un carburo. Mi hija ya nació con luz, pero mi hijo con un carburo y le pedía a los clavarios de Benagéber las velas gordas, porque yo de noche dejaba las velas encendidas para darle teta o por si lloraba, cualquier cosa para tener algo rápido, y lo ponía a la salida de la habitación para tener la luz, y de allí si hacía falta traerla pues la traía y así me he criado yo a mi hijo. Y luego ya pues la panadera me dijo: “¿qué te hace falta para la luz? —Digo: mil pesetas para enganchar. —Dice: yo te las doy y me pagas dos reales todas las semanas, y así me pagas las mil pesetas”. Y así se las pagué. Y gracias; ya están los dos enterrados, pero les dé salud y paz. Así que… A mí me ha ayudado todo el mundo. Todo el mundo, me ha ayudado. Y me ha querido. Y me ha querido.

Lorenzo.- Por tu forma de ser.

Lola.- ¡Ay, pues porque sí! Porque yo… ha llegado un encargado: “Dolores, novençana, venga, al número 1”, el encargado de Moróder. “Vale, ve a tal sitio”; a mí siempre me echaban con la gente joven. Bueno, yo era joven, tenía 22 años. Pero iban más viejas. Pues yo siempre: “no sé cómo te las arreglas, que siempre te vas a los otros sitios. —Digo: yo voy a donde me echan”. Claro, como empezaba a contar cosicas de las que a ellas que eran jovencetas les gustaban… Y cuando me puse novia, y cuando mi madre… me puse novia y me… [20 min.] que me pone a hablar por la ventana con una mosquitera para que mi marido no me tocara ni nada [risses]. Ellas se ponían a la risa y pasábamos… estábamos de fiesta, así que te quiero decir que yo por todos sitios que he ido he tenido buena acogida. Buena acogida, muy buena acogida. Y ahora esta mujer, fíjate tú, yo los años que he estado y me he quitado a los 54-55 de trabajar, porque yo ya se había casado mi hijo, se había casado mi hija, y yo con lo que ganaba mi marido digo: “yo para qué quiero…”. Tenía una rodilla que la tenía muy mala, y digo: “yo voy a quitarme que con lo que… para vivir ya tenemos suficiente”, y habíamos hecho ya todo lo que teníamos que hacer y todo. Y la casa del pueblo ya la habíamos hecho y todo. Y nada, me quité de trabajar.

Aquí para ir a la tienda o para ir a la escuela los niños…

Los míos iban al Patronato y me los llevaba mi jefe. Por eso yo prefería ganar un duro menos y que me los llevaran y me los trajeran a mi casa, que ir mi hijo al tren o al autobús, que como van al Patronato no te pertenece autobús. Eso es los que van a escolares nacionales. Eso es privado. Y yo como yo digo, sin… pero he querido llegar a donde llegan todas las personas que son con razones. Y yo mis hijos han ido al Patronato los dos. Y luego mi hijo al Luis Vives, en Valencia. O sea, todo siempre ordenado. Que han hecho más o menos, eso ya queda de su cuenta. Yo ahí no puedo hacer nada.

Pero para ir a una tienda o para ir al médico…

Aquí antes en Benagéber había carnicería, había pescadería, había tres tiendas de comestibles, había una paquetería que era como un comercio, había de todo: hilos, lanas, ropa, medias, calcetines… todo. Allí… papel higiénico… un montón de cosas de paquetería y de mercería, de todo. Y hace unos años se murió una hermana, la quitaron, y ya la otra que era viuda, pues también la quitó porque tenía la edad de jubilación.

Lorenzo.- Ya no existe.

Lola.- Nada, ya no tenemos aquí nada. Tenemos nada más que… teníamos dos, un horno en Benagéber y otro en Masías. El de Benagéber lo han cerrado, porque vale más el alquiler que lo que ganan. Al poner la carretera, que no pueden cruzar a eso, también le ha quitado mucha venta y así es que…

Usted nos contaba el otro día que cuando llegó aquí tenía que lavar en la acequia….

Sí, sí, sí. Bueno, cuando llegamos aquí había… que aquí lo primero que hicimos fue un pozo ciego, para que las mujeres no saliéramos al medio, los hombres ya era otra cosa, pero las mujeres… eso. Y luego el agua había que ir a la acequia. Y para beber íbamos a la masía de Roca, que había una hora con porta para beber, íbamos ahí a la masía de Roca. ¿Sabes? Y eso, y ahora ya cuando estaba… a ver quién te iba a decir yo, había un alcalde aquí en Moncada que… a ver, que tiene una casa muy buena ahí en la calle Mayor, que los hijos han hecho un piso entero, y vivía una marquesa. Como tú tienes campos.

¿Loren, cómo se llamaba el hombre que hizo los desagües para aquí, que dijo: “si os hacéis las zanjas os pongo el agua”? ¿Cómo era?

Lorenzo.- Era de Bétera, ¿no?

Lola.- No, era de Moncada, pero era el alcalde… el alcalde o que… como el que levantaba los muertos y todo, era un mandamás del Ayuntamiento. Y ese fue el que nos puso el agua aquí en las Torres. Porque en el barrio como teníamos fuente en la ésa, enseguida nos la pusieron. Y no la pusieron dentro de casa, pero bueno, traías cubetas, llenabas el depósito y ya te podías… Sí, trabajabas el doble, porque teníamos que llenar el depósito en lo alto de la terraza y luego para ducharte tenías que gastarla con cuidado, porque dice: “si quieres saber quién trae el agua, derrámala”. Yo cuando le decía a los chiquillos: “nenes, tened cuidado con el agua, ¿eh? Que ya sabéis lo que trae”. Y es un refrán que se dice: “si quieres saber quién trae el agua, derrámala”. Que enseguida te echan el paquete.

¡Ah, ése no lo sabía, qué bonito!

Sí, hay refranes muy verdaderos, algunos. Y el agua pues eso, teníamos que ir a buscar a la acequia, o al barranco, que había charcos muy buenos, ahí por Moróder hay unos charcos, yo pillaba dos charcos, uno para lavar y otro para aclarar. Como ya venía yo de sitios que tampoco había agua potable, teníamos que buscar los ríos, los vaíllos, lavaderos muy lejos en la sierra, porque mi madre yo le decía: “mama, es que usted es delicada hasta para lavar. Tenemos que ir a los sitios más largos, que hay toros y ya sabe usted que yo no quiero los toros”. Porque me daban mucho miedo los toros. Y teníamos que… a veces teníamos que subirnos a una valla [25 min.] o a un árbol hasta que pasaba una corrida de toros o eso a un sitio. Y si se queda… digo: “anda que como se quede uno atrascachado, ¿qué, mamá? —Dice: “es que siempre piensas en lo malo” [risses]. Le tenía mucho miedo a los toros, mucho miedo. Pero bueno, allí también, en mi pueblo también hemos lavado fuera. Luego después pusieron un agua muy buena, la traían del Tranco, que era un agua buenísima y hay muchos kilómetros, pero viene con sus casillas y con todas sus cosas, y allí tenemos buena agua. Y aquí ahora pues el ayuntamiento de Moncada, la que toca. Que no te gusta beber, pues la compras para beber y lo demás para gastar. Como hace todo el mundo. Y eso es lo que te… Yo lo he tenido toda la vida en una cisterna de agua subida, que la tengo en el patio. Pero como hay tanta contaminación ahora, pues yo no la puedo gastar, porque yo antes todos los años se metía mi marido, la pintaba, la fregaba, la limpiaba, y luego cuando la teníamos llena le echábamos un cacharro de cal en una tal, un saquito, y luego la llevábamos a analizar: 5000 pesetas cada vez. Sí, sí, sí. No, no. Bebíamos cinco casas, bebía mi hermana, la hermana de mi marido, mis hijos y nosotros. Y si alguna vecina venía a pedirme para poner un puchero, que era muy buena para los garbanzos, la agua llovida, si es la más buena que hay. Lo que pasa que es llovida. Y mi marido subía a limpiar el tejado, a limpiar las canales. Todo aseado. Teníamos un trabajo hasta que veíamos nublo y para llover, pero todos los años la llenábamos. Pero ahora tiene agua, porque tiene. No la quito, porque digo: si hace falta para el váter o para cualquier cosa, hay agua. Pero la hemos tenido muchos años. Ahora ya llevamos lo menos 5 años, 6, sin nada. Por miedo a los contagios y a todo lo que hay.

Aquí en el barrio era gente… familiar…

Bueno, familiares… Sí, nos conocíamos todos. Porque yo aquí llevo ahora 32 años, y 32 en el barrio. O sea que prácticamente por aquí. A mí de Benagéber me conoce todo el mundo. Todo el mundo. Y a mi marido igual. Yo a lo primero de aquí he ido a coger naranja con todas. Y luego ya después yo pues como yo quería estar en mi casa para cuidar a mi marido y a mis hijos, pues iba medio día ahí y la otra medio día para llevar mi casa. Y mi limpieza y mis comidas y de todo. Y como teníamos aquí compra de todo, el sábado como no iba a trabajar, a la carnicería. Decían en la carnicería: “ya ha venido la salvación de mi vida”. Sí, porque yo le contaba lo que iba a hacer de comida cada día. Sí, sí, cada día. Yo compraba y decía: “mira, ponme un pollo. Mira, esto me lo pones así, esto asá… Digo: porque mira, con el carcás y las dos alas y un trocito que me pongas de hueso de cordero yo ya tengo un cocido. Digo: y si ahora me queda caldo, pues un día hago arroz al horno. Y unos garbancillos, y las costillitas y una morcillilla y todo eso está muy bueno”. Así que hacía: “ponme un trozo de magro”. Y yo tenía picadora, me la picaba para hacer macarrones. Y luego decía: “ponme otro trozo que lo voy a hacer con pimiento y tomate para de noche cenar pisto. —Y dice: si es que esta mujer me lo arregla todo, es que me lo da todo en bandeja”, y se ponía loca. Era así, lo decía. Pues ahora iba a comprarle a una chica de Moncada de mercado que ha trabajado toda la vida en Mercadona. Y ahora está su hija y su yerno en la carnicería. Y esa mujer también, cuando iba me decía: “a ver, ¿qué vas a hacer estas Navidades? Dame una pista”. O sea, a mí me ha querido todo el mundo. Ha sido así. Así que, mira. Pues sí.

Y cuando llegaron… bueno, con la gente de Benagéber no tendrían problemas porque hablaban todos castellano, ¿pero el valenciano…?

El valenciano pues te decían cosas y no las entendías. Pero yo enseguida pues… o sea, hablarle no la hablé, porque mi hijo éste es muy serio, y me dice, “Mamá, para decir gazpachás, la boca cerrá”. Tú hablas… porque yo, mi yerno, el de mi hija el primero, era valenciano y a mi nieto le hablaba el valenciano. Y de hecho mi nieta ha estudiado y luego ha hecho un examen de valenciano y ella puede dar valenciano, porque tiene todo bien. Y nosotros nada, yo como mucho: “nene, no puges l’escala!”, o cualquier cosa así de ésas. Y dice mi madre: “no digas gazpachás, nosotros como hablamos toda la vida”. Y por eso yo hablo andaluza, [30 min.] aún hablo andaluza. No, no, pero que el andaluz no se nos va a nosotros tan fácil.

Bueno, eso es bonito también, ¿eh?

Ya, a mí hay gente que me hace hablar nada más que porque le diga cosas [risses]. Sí, me dice: “Lola, ¿cuándo has venido? —Digo: ayer o anteayer. —¿Y cómo venís? —Digo: bien. Digo: el que tonto va a la guerra, tonto viene de ella” [risses]. Y ya con eso ya: “siempre la misma, madre mía, no se te queda ná”. Y claro, eres así y no puedes ser de otra manera.

Y luego aquí pues ya te digo, vine con una habitación de alquiler: tres meses, siete meses. Y a los siete meses ya había ahorrado 3.000 pesetas. Trabajando. Entonces, como esos albañiles me lo hicieron todo fiado, yo solo tuve que comprar pues el camión de arena, alguna cosita… y el material no, el material me lo dio ese de Alfara, un señor que tenía… ¿Cómo se llamaba el de Alfara?

Lorenzo.- No me acuerdo ahora. Era uno que tenía los ladrillos…

Lola.- Los ladrillos, que llamaron a un fulano y le dice: “dale lo que quiera que éste…

Lorenzo.- Arcadio.

Lola.- Arcadio nos dio todo. A Arcadio sí que lo conoces, ¿no? Arcadio nos dio todo el material de… A ver… nada, para enlucir, ¿cómo se llama? Yeso y cemento. Claro, y la arena no, la arena mi marido se levantaba temprano y la cogía del barranco.

Lorenzo.- Me iba al barranco y hacía todo lo que podía.

Lola.- Y el primer camión que venía lo cargaba y ya está. Y yo embarazada de mi hijo, con una carretilla traía el agua de la Mina para hacer la obra. ¿Qué os creéis, que ha sido color de gloria? No. Decirle a la juventud, decirle a la juventud que lo que viene no va a ser peor que lo que hemos dejado. Porque los que vienen lo vais a sufrir muchísimo, porque nosotros empezamos de la nada, hemos ido subiendo. Pero vosotros que estáis acostumbrados como mi hijo: “¿qué hay de comer, mamá? —Ahí hay esto, esto, esto”. Cuando vayas que no hay, ya me lo dirás, cariño.

Vamos a perder, sí.

Estamos perdiendo. Pero estamos perdiendo no porque el Estado es malo, sino porque tú tienes un coche y la otra va a ver si lo tiene mejor, sin poder. No: yo me he entrampado para hacer una casa. Y yo mi coche lo tuve yo el primer coche a las tantas. A las tantas, de casarme. Mi marido ha tenido bicicleta y moto.

Claro, bicicleta claro, caminando y en bicicleta es lo que había aquí.

Sí, sí. Yo aprendí en bicicleta, y a veces iba ahí en bicicleta. Pero que te quiero decir que yo vine aquí sin nada, con el colchón, sin sillas, sin mesa, sin cama, sin nada, y luego pues ya te digo, todos los meses pagaba 200 de muebles y 300 de la habitación, que no pagaba luz ni nada porque ahí entraba todo, y como agua no había, pues nada. Y allí hicieron un váter familiar, pero nada, con un agujero y ya está, allí no tenía… que no tenías que echar agua ni nada. Que en Moncada había también… ha habido mucho tiempo. Lo mismo que en todos los sitios, pero ya era las casas más bajas que digo yo. Pero luego ya pues se fue arreglando todo y tuvimos de… tenemos de todo, y aquí pusieron el agua, pusieron la luz, pusieron… mira qué calle tenemos más bonita, y las farolas que alumbran de noche aquí que parece… Esto, mejor que Moncada, porque mira, la chica ésa pone todas las noches la luz de Navidad de parte a parte. Si la vieras en la calle cómo está de bonita… es que te asomas y dices… El año pasado ésta puso también de fachada a fachada una cuerda y está toda la noche luciendo, y por la mañana la quita. Y es muy bonito, eso. Muy bonito.

Esta relación de vecindario es muy bonita, claro, y que la gente sea generosa.

Es que aquí la gente estamos cada uno en nuestra casa, pero luego salimos todos, nos saludamos, hablamos, esto. Estamos sentados en el fresco, que te acercas bien, que tienes una conversación, pues tú te apartas y cada uno en su sitio. Porque tienes que ser educado, la gente tiene que hablar cosas y ya está. Yo si me dice la chica de la otra esquina, que viene tres meses en verano, y los sábados y los domingos todos los días, todas las semanas: “Lola, vente un poquito que aquí corre el aire”. Pues nos vamos mi marido y yo. Y allí estamos hablando todo el rato y conversando, lo que pasa. Y ya está.

Y eso. Y aquí vinimos así, sin nada, con un colchón y una maleta. ¡Prestada! Y dos cucharas, dos tenedores y dos cuchillos y ya está, uno para cada uno, y dos cucharitas para el café.

Y a trabajar.

Ya está. Y a trabajar. Sí, sí, sí, a trabajar, trabajar, trabajar. Yo empecé a trabajar en Benagéber, que todas me llamaban [35 min.] porque ahí no tenían nada más que una hora de agua y llenaban todas las pilas, y había una mujer que tenía unos hijos ciegos ahí y dos hombres que… dos hombres, dos que trabajaban en el campo, el marido era del campo. Y tenía tres o cuatro pilas. Me llamaba y a lavar todos los días. Todos los días lo hacía. Y luego cuando salía de allí, pues me decía la otra: “a ver si mañana puedes venirme a echar un rato”. Digo: “vale, ¿quieres que vaya esta tarde? Digo: ahora cuando llegue a casa, coma, descanso un poquito y vengo. —Dice: pues ven, que me laves por lo menos lo oscuro. Y lo blanco me lo dejas en jabón. —Digo: pues sí”. Y iba por la tarde, otro par de horas. Yo toda la vida trabajando. Por eso estoy tan hecha polvo, porque trabajaba con los brazos. Venga a lavar, venga todo. Y eso sale, sale. Y luego mis dos hijos los he tenido en casa, no he querido ir al hospital.

¿Aquí venía la matrona?

Sí, pero yo los he tenido con don Emilio. Los dos hijos me han… No, no, porque yo ande me ves soy muy desconfiada. Digo, ¿yo en el hospital, que me los cambien o me los quiten? Mi hijo tiene que nacer en mi casa, si salen malos ya los llevarán al médico, si no, no. Y eso lo dicen mis hijos toda la vida. ¿Ahora cuando nacen buscando los padres, las madres que los han cambiado? Dicen: “eso no lo he tenido yo, que mi madre…”. De verdad, mis dos hijos en casa. Mi hijo con un carburo lo tuve. Porque no tenía luz. Y mi hija no, mi hija ya tenía luz. Mi hija ya tenía sus cosas, y su cuna y de todo. Que mi hijo de cuna, ¿sabes qué tenía? Las dos calzadoras de la habitación, le puse una manta, le puse una sábana y vinieron y decían: “Lola, usted qué cuna más bonita, la ha comprado tapizada y todo. —Digo: ¿pero no ves que son las descalzadoras de mi habitación, que tengo dos sillas para que os sentéis?”. Y vinieron pues… vinieron la encargada de Moróder que me querían mucho y la hornera vinieron juntas, gente de bien a mi casa todo, y brindándome, brindándome. “Lola, si te hace falta alguna cosa para el niño, te hace falta para la cama, para ti, para algo. —De momento nos vamos arreglando”. Todo el mundo sirviéndome. Yo he tenido suerte por toda la vida. Ahora, yo también he sido… yo he servido a la gente.

Yo he llegado aquí y me llevo bien con todo el mundo y me llama todo el mundo por teléfono, y bien. Y lo que yo sé lo sabe todo el mundo. Claro. Yo he hecho mucho ganchillo, y la gente sabe que… “Ay, a esconderlo que no lo saque como el mío”, pues eso no. “Mira lo que he hecho, qué bonito. —Dame la muestra. —Toma el libro, hazte el pecado”. Es que si haces una cosa bonita y le gusta a la gente ese porque es bonita. Qué más da que la hagas que no la hagas. Hice yo un jersey para mi hija en la… la de las lanas, la de Lluesma. Y me dice, “Lola, ¿me lo dejas que lo ponga en el escaparate?” —Digo: pues ponlo, a ver si sale otro igual”. Dice: ¿y qué? Señal que es bonito. Si no fuera bonito no lo quería. Dice: “pero es que hay quien no lo quiere. —Digo: bueno, pues yo a mí me da igual”. Yo no tengo pega. Así que yo he sido una mujer pa’lante.

¿Entonces con la familia Moróder tenían relación?

Yo trabajaba… su padre era el encargado, y entonces cuando había un jornal pues me lo daba. Iba. Y luego sus hijas a través de los jornales hicieron amistades conmigo y para todo. Si necesitaba alguna cosa… cuando se casó mi hermano, que me tuve que ir al pueblo y no tenía nada, ella había venido de viaje de novios y me dejó sus maletas para llevarme la ropa. Yo he tenido muy buena gente a mi alrededor, muy buena gente. Ahora, yo también me he prestado. Cuando vine aquel piso era muy chiquitillo. Pues cuando vine de la boda, como todas me hicieron cosas, ésa de Moróder me cosió el traje de… porque era modista, me cosió el traje de la boda, a mí. Y a mi hijo le cosió la camisa porque yo le había hecho un pantalón y un chaleco y dice: “pues la camisa te la coso yo también”. Que era muy chiquitillo, si tenía 3 años. Y dice, digo: “tengo que comprar una maleta, Pepe, y no sé qué voy a hacer. —Dice: no compres, tengo las mías del viaje de novios que no las he estrenado. Llévate una o lo que necesites”. ¿Tú te crees que eso no vale? ¿Que te abran una casa? Y luego a la Vado, a la a la Carmen Vado ¿tú no la has conocido?

¿Y cuando nacieron tus hijos cómo hacía, estaba unos meses sin trabajar o…?

Pues cuando nacía mi hija, mi hijo, pues el Bonaire tenía… era… que era restaurante y digamos como una posada. Los hombres tenían para trabajar. Entonces, la señora que vivía ahí, su hija se llamaba Lola, la dueña se llamaba Lola y la hija no, Carmen, Mari Carmen. [40 min.] Dice… “Lola, dice, mira, que como yo sé que tú ahora estás necesitada y no puedes mucho, dice, ¿quieres quedarte con la ropa de los trabajadores del campo? Dice: que ganas un buen sueldo. Dice: y luego si tienen un roto y se lo tienes que coser lo tienes que cobrar. Si se le ha caído un botón, o un descosido, lo tienes que cobrar, aparte de… Y si son delicados que llevan camisas blancas —había algunos pijillos de estos jovencillos—, dice: si tienes que plancharla, ésa ya vale a otro precio”. Bueno, pues ella me traía un saco que eso había que hacer así… ¡Hombre, eran del campo! Entonces vaciaba el saco, la ropa blanca a un lado, la ropa oscura al otro. Y entonces tú sabes que había “Punto”, un jabón que le decían “Punto”. Y había unas bolsas así de Punto de ése. Yo tenía dos barreños, la ropa blanca con un buen puñado de… al jabón; la ropa oscura, al jabón. Luego después iba lavando a poco a poco y tirando agua y trayendo de la fuente. Y subir las escaleras, que yo vivía en el piso. Y me ganaba todas las semanas 1000 pesetas. Con la ropa, pero tenía que darla… plancha no, pero bien doblada, bien… Calcetines bien, los pantalones, todo bien aseado. Y el que la quería planchada ya sabía que tenía que pagar un poquito más. Y entonces ella estaba contenta conmigo y estuve un montón de años no yendo a trabajar y me ganaba ese dinero en mi casa. Y luego la pescatera, que también… la pescatera pues me daba muchísimas cosas, para que le hiciera delantales, para que le hiciera paños para el pescado, porque yo también coseteaba, muchas cosas. O sea, yo soy una mujer muy trabajadora. Sí, sí, sí, sí, sí, sí. Eso que ahora se rompe el pantalón vaquero, le pones por debajo un trozo y pespunteas, ¡pues yo no he hecho pantalones de ésos! Para las chiquillas de ahí, para toda la que me lo ha dicho. “Lola, házmelo. —Vale, venga a ver”. Unas me han pagado, otras… pues bueno. Y ahora que he estado aquí mucho tiempo sin trabajar, tengo una cuñada que vive en la Noria, pues como tú sabes que se queman los manteles con los cigarros, por cada quemado que le arreglaba, 1 euro. 30 quemados, 30 euros. Yo no he perdido nunca aquí en mi casa. Lo que pasa que ahora, mira, este ojo desprendimiento de retina. Este ojo, la catarata arreglá y ya se me ha desgastado este año una raya más. Ahora ya no puedo hacer ni ganchillo, ni coser, ni nada. Pero he hecho mucho, he abusado mucho de mi persona, y ahora sale todo. Pues eso, mira, eso he hecho toda la vida. Hasta en mi propia casa he hecho. La Masía, se iban un mes entero de vacaciones a Rosa y a Cadaqués. “Lola, yo le voy a pagar igual. —Digo, bueno, pero… —Dice: pero le voy a dejar muchas cosas para coser. —Digo: bueno, yo vendré, le haré a los perros, regaré algo las plantas, pero yo me llevaré la bolsa y yo calcularé las horas que puedo echar, digo: y ya está”. Y le cosía sábanas, le arreglaba cuellos de camisa, los puños, se lo volvía todo. Todo, yo sabía coser. Bueno, no es que había ido, pero como me gustaba todas esas cosas, pues lo he aprendido. Yo lo he aprendido todo. Aquí venía de trabajar ahí y dice: “fulana va a abrir… una de Moróder va a abrir una ésa de costura”. La primera que se apuntó yo. Dice: “Lola, ¿cómo lo haces? —Pues mira, yo me dejo la comida hecha, friego los platos y corriendo corriendo haré lo otro cuando me vaya a las 6, y ya está”. Y me iba todos los días, todos los días a aprender lo que no sabía. Y a ver cómo se arregla una falda, cómo se pone una cremallera, cómo tienes que hacer el bajo de la falda para que no se te queden los puntos… Ya sabes que tienes que coger un hilo y flojo, un hilo y flojo, y yo todo eso lo hago. Y si no sabes, no. Si no te gusta, porque tiene que gustarte. Yo le digo a mi nieto: “yo ahora mismo si tuviera que estudiar, yo ya sabría lo que iba a estudiar. —Dice: ¿qué? —Digo: yo, si aprendía, tendera, que me gusta vender mucho y trapichear con ropa o con tomates o con naranjas, con todo. Digo: yo era tendera o modista, una cosa de ésas”. Yo tengo mis sábanas de novia, que en aquellos tiempos me las bordé yo sola. Sí, me las… Yo tenía una bordadora, que le había criado yo a su hijo de ir a jugar con ellos. Y cuando ya tenían una edad, pues: “Eulalia me vas a dibujar unas letras en una servilleta, que la voy a bordar. —Vale”. Y a mí no me cobraba nunca nada, porque era como familia. Y luego pues una noche viene muy tarde a mi casa con una amiga. [45 min.] Digo: “uy, Eulalia, ¿a dónde va usted a estas horas? —Dice: Lola, yo sé que tú no estás por la labor, pero mira, me ha llamado una chica de Madrid, que tú la conoces. Dice: me ha pedido cuatro o cinco sábanas bordadas a mano. Dice: y yo sé que la tuya es la primera. Dice: y por 8000 pesetas las vendes, que tú te las haces en un mes. —Digo: que no las vendo. —Dice mi madre: ¿que no las vendes? —Digo: ¿quién le ha dicho a usted? Digo: que no las vendo. —Dice: ¿por qué? —Digo: porque no la vendo. Porque mis sábanas valen un imperio”. Valen un imperio. No se nota ni el revés. Y yo cuando le digo a mis amigos: “yo mis sábanas de novia las pongo en Navidad, las pongo en mi aniversario, las pongo en las fiestas de San Isidro. —Dicen: ¿por qué? —Digo: porque son fiestas, y la cama hay que vestirla de fiesta también”. La gente se ríe, pero yo soy así. Y las sábanas no las vendí. Las tengo ahí. Y el otro día hicieron… eso que sacan las Amas de Casa las cosas bonitas, pues yo llevé dos de ganchillo que tenía hechas por mí y esas bordás. Dice: “Lola, ¿y estas sábanas? —Digo: “estas las han bordado mis manos. ¡Mis manos!”, y eso. Digo: ¿cuánto sabría, que la bordadora me dejaba a mí de maestra y ella se iba a hacer las camas y de todo. Decía: “si queréis algo preguntadle a Lola, que ella ya os dirá”. Y con fistolets y con todo. Y tenía, pues yo entonces tendría pues 19 ó 20 años, porque me casé de 22 y la hice un año antes de casarme. Porque yo digo: las cosas despacio. Era una niña, pero pensaba muy bien.

Pero entonces 19 años ya eran mujeres.

Sí, yo lloraba cuando me dijo de casarme y dice una mujer, “Lola, ¿por qué lloras? —Digo: ¿por qué? Lo primero que me voy muy lejos de mi madre. Y lo segundo porque no he salido nunca del pueblo”. Nunca, no había salido nada. Ni montar en el tren ni nada. Siempre te montabas en un carro, o en los borricos, o… Nada, nada. Siempre trabajando. Mira qué vida. Pero yo qué sé, yo lo cuento todo. He tenido mucho trabajo, lo sé todo, pero también tengo felicidad de que mis hijos no tienen una hipoteca, no tienen que estar en la calle… Lo demás sobra todo. Como dice el refrán: “la moneda se acaba y el viejo queda”.

¡Ostras, ése no lo sabía tampoco!

¿No lo sabías? “La moneda se acaba y el viejo queda”, hija mía. Eso es un refrán muy verdadero. Y como dice: “No sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió”. ¿Sabes?, que esos son muy buenos. Es que la vida es así. Muriendo y aprendiendo.

Lorenzo.- Ella es muy buena. Estaba yo haciendo el servicio…

En la mili. Sí, ahí está la foto.

Y decía: “Si por otra te cambiara, ¡qué triste sería mi vida! Me moriría de pena en tierra desconocida” [risses]. Desde la mili.

Lola.- Y la otra, cuando fuiste a decírselo a mi padre que quería ponerse novia conmigo, pues se puso… me escribió una carta desde… una vecina que había en otro eso, para felicitarme. Y me dice… en la carta, que la tendré por ahí yo todavía, se la regalé a mi hija porque era su… Decía la carta: “Lola, por ser la primera postal que de mi mano recibes, guárdala en tu corazón para que nunca me olvides”. Y antes me decía, de por el mes me decía: “del cortijo la Marusa saqué yo mi alegría y no la puedo olvidar ni de noche ni de día. Por ser la primera postal que de mis manos recibes, guárdala en tu corazón para que nunca me olvides”. Eso, mira, eso hace… 64 casados, pero eso llevábamos novios pues un año o así, cuando me la escribió.

Lorenzo.- Aquí tienes una pareja que…

Lola.- Tenemos mucho mundo. Pero mundo… de recorrer hemos salido algo, porque ahora después de hacer la boda de oro ya íbamos todos los años 12 días a un balneario. 12 días al balneario, y hemos ido con gente siempre… Hemos ido a veces nosotros solos, con nuestro coche, pero siempre hemos hecho buenas amistades.

Eso es lo único que hemos disfrutado. Todo lo demás trabajar, trabajar. Yo trabajaba ahí toda la semana, [50 min.] el sábado y el domingo, y el viernes ya me iba los curas, los combonianos. El viernes ya hacía la cena por la noche. Y el sábado desayuno, comida, merienda y cena. Y el domingo hacía desayuno, comida y merienda, porque ya la cena ya cada uno se repartía a su casa. Así que mira todo lo que he trabajado. Y mi casa nada.

Queremos preguntarle: esta masía de las Torres, ¿esto qué era? ¿Vivía gente ahí?

Pues ahí vivían los Moróder. Los Moróder. Y en aquella vivían los Moróder.

Claro, ellos tienen ahí la grande de Moróder…

Allí tienen la grande de Moróder que la han partido, han hecho dos o tres viviendas, porque como tú sabes que cuando los padres se mueren, es el cuento de los aparecidos. Ahí se empiezan a repartir, y “en la casa que no hay gobierno, a trocitos se va un pan tierno”. Así que eso ha pasado ahí en Moróder, y pasa en muchos sitios.

Ha tenido a los trabajadores trabajando en la fábrica con el jornal del campo. Los ha tenido trabajando con dinero negro, como yo, yo 27 años. Y porque yo le dije: “fírmeme usted y yo me pagaré mi seguro”. Y yo cobro 600 euros. En 27 años que he estado ahí podía haber cobrado más. Bueno, aunque el servicio doméstico cobra muy poco. Es igual que el campo, ¿eh? Porque mi hermana ha trabajado también del campo y cobra igual que yo. Y ha cotizado poco más o menos que yo también. O sea, que la vida es así. Y mi marido ha cotizado 40 años, como lo jubilaron a los 60, pues cobra igual que yo. Así que mira, 600 euros que cobramos cada uno. ¿Te crees que podemos vivir con alegría?

Yo en mi pueblo cuando tenía edad de ir a la escuela pues tenía un hermano que tenía 8 años, y somos… 2 años nos llevamos, pues yo tenía 10. Pues nosotros nos vamos todas las mañanas a las ocho y media con un trocillo de pan, cualquier cosa que nos daba mi madre y nos íbamos a espigolar olivas, a rebuscar cuando se terminaba la aceituna. Se dice aquí “espigolar” y allí se dice “rebuscar”. Y yo pues he sido muy campera. Bueno, he sido muy campera no, he sido de todo. Mi padre decía: “¡ay, mi Lolilla, ay, qué sangre tienes, madre mía! Míralo, mientras que una le da una barrida a la escoba, ella ya le ha dado tres”. Sí, sí, yo barría… estaba en el cortijo, me ponía a barrer lo de los animales y en 5 minutos chun chun chun chun. Y mi padre me celebraba. Mi madre menos, pero mi padre… Bueno, mi madre me ha celebrado ahora cuando estaba en el… cuando estoy en el pueblo, que viene alguna vecina de las antiguas, dice: “yo nunca me lo creía. Dice: pero tengo tres hijas, pero como mi Lola no hay ninguna. Como mi Lola no hay ninguna. La sangre que tiene. Dice: y las manos que tiene para todo lo que se pone. Dice: es que…”. Y bueno, y que mi madre me ha querido. Pero eso, he sufrido yo con ella porque yo me quedé con… se casó mi hermana la mayor de 20 años. La otra a los 18 se fue siete… vino 7 años o 8 a Madrid, a trabajar. Y me quedé yo sola con mi madre. Sí, sí, sola. Y mi madre era una mujer que pesaba 80 kg para arriba, pues ya me dirás, era la criada de mi madre. Me explotaba a punta pala. Pero mi madre me ha levantado a mí a las 7 de la mañana para ir a una fuente que estaba casi a 1 km andando con el cántaro de agua porque era la más buena que había para beber y para cocer, y nos mandaba, a mi hermana a mí. Y después veníamos con el cántaro de agua y a las ocho y media entrábamos a casa de los amos a trabajar. Hasta las 10 de la noche que subíamos a casa, porque ella no ha querido que durmiéramos en ningún sitio. Eso son cosas que hemos pasado. Y la gente de hoy no lo quiere comprender. Mi madre tenía… los abuelos de antes, los abuelos de antes no tenían paga de Franco, Franco no dejó paga. Entonces se quedaron viejos y tenían que los hijos darle. Y yo me… mi madre me levantaba todos los días a las 7 de la mañana, me liaba un chasco con la caña ahí y un cesto. Y un puchero. Primero llegaba a su madre, llevaba un picatoste y el pucherillo con la malta, calentico. Se lo llevaba a la cama. Y luego soltaba aquel y me iba hacia mi abuelo que vivía mucho más alto, el padre de mi padre, y le llevaba dos picatostes mojados en aguasal y azúcar, para que almorzara. Y luego al mediodía la misma faena: subir con el eso, la comida de mediodía y eso, y a la noche otra vez. Digo: “dile tú a un niño que haga eso ahora, que te tira a ti la comida del abuelo y te lo tira todo a la cabeza”. Y sin embargo tú lo has hecho, [55 min.] lo has hecho porque te han obligado.

Lorenzo.- Cuando estuve en la mili, que está ahí la fotografía, nos reunía el capitán para decir lo bien que nos habíamos portado, cualquier cosa. Dice: “os reúno para despedirnos y saber lo que habéis hecho. Dice: pero hay aquí uno, dice, que se llama Lorenzo Comino, dice, que le tengo que dar un abrazo. Y dice: que salga”. Salí y me dio un abrazo.

Lola.- Delante de todo el batallón.

Lorenzo.- Delante de todos.

Lola.- Eso lo tiene muy…

Lorenzo.- Eso demuestra cómo eres de bueno.

Lola.- Él también tiene su mérito, sí. Así que…

¿Usted qué año nació, Lola?

Yo nací en el 38. En 1938.

Usted ya nos ha dicho que es del…

Lorenzo.- 27 del 5 del 35.

Lola.- Y yo nací el 10, el día 10 de enero del 38.

Bueno, don Emilio bien, ¿no? Don Emilio era un médico bueno.

¿Don Emilio? Hombre, era el padre de todas las familias éstas de Moncada y de Benagéber y de aquí de… Yo no he llamado nunca a la madrona del seguro ni nada.

Doña Pura.

Doña Pura, yo no. Se casó una amiga mía que tuvo ahí el crío, y de aquella vez yo le digo: “madre mía, Pilar…”. Yo no, yo ha venido don Emilio y no me ha tenido que dar ni un corte ni medio. Para mi hijo me puse una inyección, y fue ponerme la inyección y salió el crío que por poco se cae de cabeza en el cubo [risses]. Y la chiquilla me dice: “te voy a poner un gotero, porque estás casi. Dice: te voy a poner un gotero, me traes el perchero este aquí y te pongo el gotero”. Me metió el gotero y no había terminado de eso cuando la chiquilla hizo “croc” y se cayó también. Así que todo me salió bordado. Y mis hijos en mi casa. Y yo… mi madre vino para los dos, de allá de Andalucía, estuvo 15-20 días aquí conmigo, pero ya está. Luego ya se fue, mi suegra pues estaba debajo, pero pobrecilla, si tenía un hijo de 7 años. Se llevaba 20 años con mi marido. 20 años, mi marido tenía 25. Pues qué tenía ella ganas de crío, si tenía uno que era más malo que un dolor, se salía y no dejaba un títere bien puesto. Algunas veces me decía: “bájamelo, esto y lo otro”, pero ¿cómo se lo iba yo a bajar si yo sabía que ya no…? Pero luego tenía buenas vecinas, aún tengo una mecedorilla que me trajo mi madre del pueblo muy chiquitilla, y le ponía su cinturón para atarlo al chiquillo y lo llevaba, digo: “mira, este pañuelo lo tiene aquí el nene, por si le sale moquillo o algo, lo limpiáis”. Y baberos tenía 3 o 4 y antes que se le manchara uno ya se lo había quitado y otro. Y no… para que no manchara los jerséis ni nada. Y mi hijo es que de chico era guapísimo, míralo. Está ahí que es un bomboncete, muy bonico. Sí, sí. Y la nena muy guapa, la nena muy guapa.

Yo cuando estaba novia, como… yo siempre se lo decía a mi marido, él venía a verme y lo mismo que se iba venía. Digo: “¿tú me quieres? —Dice: hombre, claro que te quiero. —Digo: pues si me quieres tú, ¿por qué vas a enturbiar el agua que te tienes que beber? —Y dice: eso no es así. —Digo: ¿que no es así? Digo: pero yo te voy a decir otra cosa, si tú me dejas, otro no se va a comer tus sobras. Se come el plato más limpio que un jaspe”. Eso lo he hecho… yo tenía, cuando lo conocí a él tenía 14 o 15 años. Cuando me puse novia con él, 17. Ya sabía lo que me podía hacer. De ahí para adelante como dice el refrán: “de mi zaranda nadie manda”. Y nada. Hacía muchos kilómetros de Valencia aquí a las Navas.

Lorenzo.- Desde el pantano de Guadalén hasta el cortijo, ¡pues no hacía yo kilómetros!

Lola.- Pues no se comía una rosca. Y mi madre… ¡si me puso a hablar la primera vez con una tela mosquitera para que no me tocara ni siquiera! Nada, no… podíamos hablar y nada. Y ahora cuando veo tantas cosas digo: “¡madre mía…! ¡Si mi Avelino levantara la cabeza!”. A mí me han educado así y yo me… Además, es que yo me he educado sola. Yo sabía que cuando un… Entonces antiguamente las mujeres viejas te aconsejaban, y te decían: “el buen paño en el arca se vende”. [60 min.] Y eso es muy verdadero, porque yo no he salido a pasear con… de novia, conmigo. Ni he ido a ningún sitio. Pero he tenido a los pretendientes que no los podía echar de la puerta. Por carta. Salía a por pan y enseguida se acercaba uno. Dice: “que estoy detrás de ti, no puedo hablar contigo, no te puedo pedir una cosa, no te puedo…”. O sea, son cosas que están ahí. Así que, mira, la vida es así.

Lorenzo.- ¡Y yo me la gané! [risses] Yo me la gané. Con tantos pretendientes y… y yo soy el que… [risses].

Lola.- Bueno, como decían los viejos: “tú trabaja la piedra que a fuerza de golpes se rompe”. Y la tuvo que trabajar, que hacía 30 km para venir a verme. En bicicleta. 30 km en bicicleta. Venía al pueblo y si no estaba al cortijo, que había otros 7 km.

Lorenzo.- O sea, que me la trabajé bien.

Lola.- Pero bueno, él ha disfrutado mucho. Él ha disfrutado, yo no.

Lorenzo.- Pero no me pesa.

Lola.- Cómo le va a pesar, no. En mi casa como dicen los antiguos, el que ha partido el bacalao he sido yo. Él me ha traído el sobre tancat. Con la ésta. Que luego lo que ha necesitado… Pero todo lo que hemos hecho he sido yo la que he manejado el cotorro.

Lorenzo.- Somos ahorradores los dos. Yo he sido chófer toda la vida.

Claro, maquinaria y de todo.

Lorenzo.- ¿Tu te acuerdas ahí en Moncada los coches que había que había de Valencia…?

Claro, los Torres. ¡Ah, fue conductor de autobús!

Lola.- Sí, ha tenido todos los carnets.

Lorenzo.- De Madrid me traía todos los días la prensa de Madrid. Me levantaba a las tres de la madrugada, recorría todos… me cargaban y toda la prensa de Madrid a aquí a Valencia. Cada uno hemos hecho lo que hemos podido.

Nos han contado cosas muy bonitas, historias que está bien que la gente las sepa.

Lola.- Que la gente las sepa, sí, hijo mío, sí. Y allí en Andalucía íbamos a trabajar por 5 euros al mes o 3 euros al mes. Yo cuando me casé que tenía 22 años me daban 30 euros al mes. Duros, 30 duros, 30 duros. Pero allí estaba en la gloria porque era una señora muy buena, pero la otra a más de 20 no he llegado y desde por la mañana desde las 8 hasta las 10 de la noche. Allí, si no pelas patatas le haces otra cosa, si no tienes que fregar antes de irte y colocárselo todo por la noche, a mediodía los mandados, todo. Todo por ese dinero. Y entonces en vez de ir a la escuela hemos ido a trabajar. Y como había quedado justo, encima tenías que ser una persona, porque nosotros éramos tres hermanas y nos rifaban en el pueblo. “Niña, ¿te has colocado?, vente, que yo te doy tanto”. Cuando yo estaba en una casa que eran todos mocicos viejos y pasó una y dice: “Lola, ¿cuánto ganas? —Digo: 20 duros. Digo: ahora me van a subir a 25. —Dice: yo me caso el mes que entra, y estamos buscando una, y aquí te dan 30 duros. Dice: y además de vez en cuando te da algo para tu madre y para todas las fiestas te compran un vestido para que te lo hagas… te dan un vestido en piezas. —Digo: ¿sí?, pues que me voy”. Pero que no lo pensé. Y le digo al sobrino, digo: “me voy a fulana de tal. —Dice: ¿por qué? —Digo: pues porque me paga más. Digo: y yo voy a trabajar lo mismo allí que aquí con tu tía. —Dice: pues eso te lo doy yo y mi tía no se entera. —Digo: sí, tú me lo das en la calle y se cree la gente que me he acostado contigo. Digo: Ni hablar. Digo: a mí las cosas claras y el chocolate espeso”. Y me fui, y me fui y estuve en esa casa pues dos años y pico. De ahí casi para casarme, pero esa señora me quería… Mira, tenía unas amigas para hacer cosas de… que tenía unas manos que pa qué, y yo me quedaba también para que me enseñara. Y cuando venían las amigas yo me iba al patio y me sentaba allí en el escalón del patio con un cojín y mi cortina corrida y yo ahí con mi punto. Dice: “¿y Lola dónde la tienes?”. Luisa dice: “Lola se habrá ido al patio. [65 min.] —Dice: llámala, que es muy graciosa [risses]. Dice: llámala, que es muy graciosa. —Dice: Lola, que mira, dice Conchita y Carmencita que te vengas aquí con nosotras. —Digo: no, no, yo aquí no. Yo aquí no”. Yo era muy corta, ¿sabes?, era… Dice: “sí, vente, que eres muy graciosa. —Digo: pero…”, estaba haciéndole un jersey a una cuñada mía que se había quedado embarazada, y ella me la estaba dirigiendo. Mi jefa me la estaba dirigiendo, porque me querían con locura. Y allí estuve… ya me fui con ella y ya empezamos a hablar y hablar, y ella preguntándome cosas, como tú estás preguntándome. Pues me preguntaban. Y mi madre era muy dicharachera. Mi madre era pues… te sacaba un refrán de cualquier cosa. “¿Qué vas a comer, rubia? Esto jabón y hilo negro todo es para la ropa.” Quería decir que lo mismo comía blanco que negro, que todo era para comer. Digo: “mamá, hemos traído tres quesos y los tres los ha aprobado. —Dice: si jabón y hilo negro todo es para la ropa. Lo mismo me da que sea blanco que que sea negro. —Digo: ¿pero ha mirado usted el gusto del queso? —Dice: estaban buenos todos”. Mi madre era muy graciosa, mi madre era esta señora que hay aquí. Esa mujer. Mira qué señora. Una señorona, señorona. Y nosotros ahí estamos, que mi nieta fue festera en Alfara y nos hicimos la foto.

Así que hay que barrer, hay que barrer para dentro, para dentro, no para fuera. Para dentro, para dentro. Porque si no, hija mía, “en la casa que no hay gobierno, a trocitos se va un pan tierno”. Todos para todos. Qué cariño. Pues muy agradecida…

Catálogo de exposición: Piedras. Círculo de Bellas Artes, 20 de març al 12 d’abril de 2001.

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Catálogo de exposición: Valencia. Galería Artis, 3 al 28 d’abril de 2001.

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Catálogo de exposición: Árbol. Casa Museu Benlliure, setembre-novembre 2009.

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Catálogo de exposición: Naturaleza. Centre d’art Villa Eugenia, Godella, 6 al 27 de març de 2020.

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Extracte del vídeo

Fitxa de la publicació

Nom Dolores (Lola) Cabezas Muñoz (dilluns 10 de gener de 1938), amb participació del seu home, Lorenzo Comino García (dilluns 27 de maig de 1935), naturals de Navas de San Juan (Jaén)
Categories Dona, etnologia, postguerra, emigració
Data i lloc de l’entrevista Dimecres 27 de novembre de 2024, casa dels entrevistats al barri de les Torres
Agraïments Lorenzo Comino Cabezas, Mila Lloria Albert
Equip entrevistador Etnopèdia (Laura Yustas, Nelo Vilar)
Publicació a Moncadapèdia Dilluns 16 de desembre de 2024
Enllaç https://youtu.be/pPgyZNwkFbY
Extracte https://youtu.be/qCtuBo4a12Y
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Extracte de l’entrevista

Fitxa de la publicació

Nom Dolores (Lola) Cabezas Muñoz (dilluns 10 de gener de 1938), amb participació del seu home, Lorenzo Comino García (dilluns 27 de maig de 1935), naturals de Navas de San Juan (Jaén)
Categories Dona, etnologia, postguerra, emigració
Data i lloc de l’entrevista Dijous 3 d’octubre de 2024, consulta de matrones del Centre de Salut de Montcada
Equip entrevistador Etnopèdia (Laura Yustas, Nelo Vilar), Bàrbara Sales Alós
Publicació a Moncadapèdia Dilluns 16 de desembre de 2024
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