Títol  Moncada en tres diccionaris geogràfics (1795, 1845 i 1920)
Temàtiques documents, història
Publicació Moncadapèdia Divendres 26 de febrer de 2021
Font Observaciones sobre la historia natural, geografia, agricultura, poblacion y frutos del Reyno de Valencia (1797) d’Antoni Josep Cavanilles i Palop.

Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-50) de Pascual Madoz Ibáñez.

Geografía del Reino de Valencia (1920-1927) dirigida per Francesc Carreras i Candi i escrita, en el capítol sobre València, per Josep Martínez Aloy amb la col·laboració de Carles Sarthou Carreres (i altres autors per a temàtiques específiques).

Alguns dels textos clàssics més citats pels investigadors de l’àmbit local són, sens dubte, les Observaciones sobre la historia natural, geografia, agricultura, poblacion y frutos del Reyno de Valencia (1797) d’Antoni Josep Cavanilles i Palop, el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-50) de Pascual Madoz Ibáñez, i la Geografía del Reino de Valencia (1920-1927) dirigida per Francesc Carreras i Candi i escrita, en el capítol sobre València, per Josep Martínez Aloy amb la col·laboració de Carles Sarthou Carreres (i altres autors per a temàtiques específiques).

El fet que siguen textos fonamentals no significa que el seu accés siga fàcil: els volums de Cavanilles es poden consultar en la Web, el de Madoz també (en una digitalització deficient carregada d’errades), i el de Martínez Aloy cal rastrejar-lo en alguns pocs arxius i biblioteques. Mentre millora la seua digitalització, ací anem a pujar els textos que cada un d’ells dedica a Moncada. És una informació interessantíssima i preciosa plena de sorpreses i detalls.

Hem inclòs les portades dels tres volums i les quatre imatges que portava el capítol de Martínez Aloy.

Cal dir també que estos volums inclouen molta més informació sobre el context geogràfic o polític de Moncada, però rastrejar i organitzar les mencions a la nostra ciutat excedia l’objecte d’esta publicació.

Antoni Josep Cavanilles, Observaciones sobre la historia natural, geografia, agricultura, poblacion y frutos del Reyno de Valencia (pp. 146-149)

Antonio- Josef Cavanilles, Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia. Madrid: Imprenta Real, 1795-1797.

64. Por la izquierda del rio [Turia] siguen hácia todas partes llanuras no ménos fértiles que bien aprovechadas. Un quarto de legua al norueste de Campanár se halla Beniferri, pueblo de 50 vecinos [per “veïns” es refereix a unitats familiars, per la qual cosa cal multiplicar la xifra per 4 ó 5], ocupados en cultivar su hermosa huerta. Atravesando despues las acequias de Tormos y Moncada, se ve la izquierda de esta última sembrada de lugares, muchos de ellos considerables por su vecindario y riqueza: estos son Benimámet, Burjasót, Godella, Rocafort, Masarrojos, Moncadax y Alfara del Patriarca. Extiéndense su términos por la parte occidental formando lomas y cerros incapaces de riego por su mucha altura, pero por la oriental son todo huertas plantadas de moreras, y sembradas de producciones utilísimas. En el secano hay dilatados viñedos, muchos olivos, y un número prodigioso de algarrobos, que se pueden reputar nativos, vista la facilidad con que se reproducen y crecen. Todas aquellas lomas son de piedra caliza que se beneficia, y rinde á dichos pueblos sumas muy considerables por el grande y continuo consumo que de ella se hace en la capital. De allí recibe esta los sillares y la cal, cuyo tráfico ocupa gran número de carros y vecinos. Allí se fabrica también la mayor porcion de ladrillo y teja que se emplea en los edificios de Valencia y pueblos mas cercanos, aprovechando de este modo la excelente arcilla y la leña de aquel recinto. Juntos los términos de todos los pueblos expresados, componen un espacio que apénas tendrá legua y media de nordeste á sudueste, el qual por el sudueste confina con el término de Paterna, y sigue por el nordeste hasta el barranco de Carraixét. Viven en dichos pueblos 1600 vecinos, repartidos de este modo: 280 en Benimámet, 320 en Burjasót, 200 en Godella, 57 en Rocafort, 43 en Masarrojos, 500 en Moncada [i per tant més de 2000 habitants cap a 1790], y 170 en Alfara. Sus frutos se regulan en 5400 cahices de trigo, 1850 de maiz, 2300 arrobas de aceyte, 28[000] de algarrobas, 9700 de cáñamo, 14[000] cántaros de vino, 15[000] libras de seda, 12[000] docenas de melones, mucha fruta, legumbres y hortaliza.

(…) Desde Moncada, último lugar de la huerta por aquella banda, hasta dichos montes [del valle de Jesús, Náquera y Portaceli] reyna una cantera sin interrupcion, cubierta por lo comun de cinco pies de tierra, ó de brecha dura, compuesta de piedrecitas blancas, negras y cenicientas, engastadas en una masa térrea roxiza. Todas las canteras son calizas, donde se hallan tres suertes de piedras. Una de ellas es de grano grueso, no muy dura, sembrada de agujeritos cónicos, y caracolillos con tres vueltas de espirales. Esta piedra se beneficia para cal, cuyas canteras abiertas se hallan en la loma de Santa Bárbara. En otra la piedra es firme, sonóra y algo parda, de que se fabrican sillares para los edificios de la capital: las canteras de esta naturaleza se hallan entre Moncada y Bétera en el sitio llamado Tospelát, llegando en algunas la excavacion á 40 pies, donde forman anchos barrancos y llanuras, en las quales y entre los escombros se hallan algarrobos, nacidos de las semillas que arronjan las caballerías con su excremento. La tercera suerte de piedras es un mármol por lo comun pardo con manchas mas obscuras en forma de almendras: empiezan estas canteras en el Cabésbort, y siguen hacia los montes variando de color; las mas preciosas están en Náquera y Portaceli. Por todas partes se ven plantas con abundancia, pero ninguna nueva: muchas xaras vegetan en aquellas lomas, y ví el hipocisto parasítico á las racemosa y con hojas de romero. Es comun el lino sufructicoso, y mucho mas el esparto que aprovechan los de aquellos pueblos, principalmente los de Bétera…

x Moncada es de la Orden de Montesa con título de Baylío, el qual comprehende tres lugares, Moncada, Carpesa y Borbotó, todos ricos, sanos, y sumamente divertidos.

Pasqual Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar

Pascual Madoz, Diccionario geográfico-estadístico -histórico de Alicante, Castellón y Valencia. València: eds. Alfons el Magnànim, 1987. Reimpr. parcial i facsímil del Diccionario d’Espanya (Madrid, 1847).

Moncada

partido judicial de entrada en la provincia, audiencia terr., ciudad g. y dióc de Valencia, compuesta de 3 v., 20 l. y 1 ald., que forman 22 ayuntamiento

Situación, Confines y Clima. Sit. á la parte sept. de la ciudad de Valencia, confina por N. con el de Murviedro; por el E. con el mar Mediterráneo; por el S. con los de Valencia y Torrente, y por el O. con el de Liria: su estensión de N. á S. es de 3 leg., y 4 de E. á O. Reinan principalmente los vientos del E. y algunas veces los del N.¡ goza de atmósfera despejada, clima templado y sano, aunque suelen padecerse algunas intermitentes en los pueblos de la costa.

Territorio. A poco mas de una leg. del Mediterráneo, se eleva el terreno formando una cordillera aislada de sierras de pequeña altura, que arranca desde el N. del partido, y lo atraviesa en toda su estension, perdiéndose por el S. en el de Torrente: esta parte alta del territorio poblada toda de algarrobos, olivos y frondosos viñedos, abunda en canteras de piedra sillar y de cal, que se esplotan en gran número; y también se encuentran romeros, aliagas, retamas, sanguinaria y otras plantas aromáticas y medicinales. La dilatada llanura que se estiende desde la falda de estos cerros hasta la playa del mar, beneficiada por las aguas del r. Turia, es una huerta feracísima plantada toda de moreras y poblada de barracas y casas de campo, tan á corta dist. unas de otras y de los I., que mirándola desde un sitio elevado, parece al pronto una población inmensa, hermoseada con jardines y espesas arboledas, presentándose en último término la faja azul del Mediterráneo, que completa la brillante perspectiva de tan delicioso paisaje.

El r. Turia cruza por la parte meridional del partido, corriendo de E. á O. en una estension de 2 leg. por entre los términos de Paterna y Benimámet, que deja á su izquierda, y los de Manises y Cuart á la der., entrando luego en la jurisd. del partido de Valencia, después de haber repartido la mayor parte de sus aguas entre las acequias de Moncada, Tormos, Mestalla, Cuart, Mislata y Fabara. La de Moneada, que es la primera y mayor de todas, tiene su azud ó presa en el térm. de Paterna, á la dist. de una leg. mas arriba de la espresada v.; toma 48 filas de agua, y riega mas de 50,000 hanegadas de tierra en los térm. de 34 pueblos, que son: Albalat dels Sorells, Albuixech, Alfara del Patriarca, Benifaraig, Bonrepós, Burjasot, Carpesa, Foyos, Godella, Mahuella, MasamagrelI, Masalfasar, Masarrochos, Meliana, Mirambell, Moncada, Museros, Paterna, Puebla de Farnals, Puig, Puzol, Rafelbuñol, Rocafort, y Vinalesa: mueve sobre 30 molinos harineros y arroceros, de los cuales la mitad están construidos en el cauce de la misma acequia, y la otra mitad en sus brazos principales, y cruza el barranco de Carraixel (V.), que va en dirección del SE., por medio de un magnifico caño ó sea acueducto subterráneo construido en 1634. D. Jaime I de Aragón, llamado el Conquistador, donó esta acequia en 1268 á los que tenían heredades en ella, y recibió en recompensa 5,000 reales valencianos, para atender á las escaseces del erario. Su gobierno está confiado á una junta compuesta de 13 síndicos, los cuales elijen un acequiero que la presida; resuelve las controversias que se sucitan entre los regantes, tiene el cuidado de la acequia y nombra 3 veedores que examinan si está bien ó mal montada, un síndico labrador que asiste al acequiero, un escribano real para la recepción de escrituras y otras diligencias, y un abogado para la dirección de los asuntos que puedan ofrecerse, nombrando también el acequiero con aprobación de la junta, dos lugar-tenientes.

Después de la de Moncada, en el mismo término de Paterna, y á 1/2 leg. de dicha v., toma 10 filas de agua la acequia de Tormos, que va fertilizando los campos de diferentes poblaciones de dentro y fuera del partido: 1/4 de leg. mas abajo recibe 14 filas la de Mestalla, que riega las huertas contiguas á la ciudad de Valencia, y las de diferentes pueblos inmediatos hasta el Grao inclusive. En la orilla der. del Turia, término de Manises, tiene su presa la acequia de Cuart, cuya dotación es también de 14 filas; beneficia el término de Manises, pasa después por un puente de 38 arcos que atraviesa el barranco de Torrente, magnífico monumento que acredita el espíritu de los ant. y la singular protección que dispensaban á la agricultura, y sale de aquel dividiéndose en 2 brazos que toman los nombres de Benacher y Faitanar, y estienden sus raudales por Cuart y varios pueblos del partido de Torrente. La llamada de Mislata, recibe 10 filas de agua frente á la misma v. de Manises, y fertiliza los campos de Mislata y Chirivella. Por último, dentro de la jurisd. del partido y en el término de Cuart, se halla la presa de la llamada de Fabara, que se encamina á los arrabales de Valencia y beneficia las huertas de algunos pueblos comarcanos. Es vadeable el r. Turia en varios puntos de su tránsito por el territorio de este partido, especialmente de Manises á Paterna, y se encuentra sobre su cauce junto á Cuart, un puente que sirve de paso al camino de herradura para los pueblos de la izquierda del r.

Caminos. Ademas de los que dirigen á las población circunvecinas y cap. de prov., que son todos carreteros, atraviesan el partido por el S. la carretera de Valencia á Madrid, llamada de las Cabrillas, que pasa por dentro de Cuart de Poblet, y por la parte del É. la carretera general de Valencia á Barcelona, que cruza por Albalat dels Sorells, dejando á su der. los pueblos de Meliana, Mahuella y Emperador, y á su izquierda los de Bonrepós, Foyos y Museros.

Producciones. Seda, ceréales, vino, aceite, cáñamo, legumbres, hortalizas, melones y toda clase de frutas: no se conoce mas ganado que el lanar, y de [inintel·ligible] solo el preciso para el abasto de carnes.

Industria. La agrícola, elaboración é hilado de la seda, que ocupa mas de 300 mujeres en las dos fab. establecidas en Moncada y Vinalesa; y la carretería, que es la profesión de muchos que traginan por toda la Península: otros se dedican á la esplotacion de las canteras de piedra sillería, y á la fabricación de cal, para lo que hay un número considerable de hornos en los término de Moncada y Masarrochos; trabajan otros en las tejerías establecidas en Alfara, Cuart y Vinalesa; ocupan también gran número de brazos las muchas fab. de loza de la v. de Manises; elabórase el esparto en gran cantidad en la v. de Bétera; y por último, no hay pueblo en que no se encuentren uno ó mas tejedores de lienzo casero, que es el que usan los naturales del país.

Comercio. Se reduce á la esportacion de algunos frutos y de los art. de las ind. arriba descritas, y al que hacen algunos vecinos de Benimámet comprando ganado caballar en Navarra y Andalucía, que después venden al fiado repartiéndolo entre los habitantes. No se conoce ninguna feria, ni mas mercado que el que se celebra en Moncada los lunes de todas las semanas.

Usos y Costumbres. Los naturales del partido son sobrios, infatigables, y la mayor parte se dedican á la agricultura, bien como jornaleros, bien como colonos, pues se conocen muy pocos propietarios. Su vestido se compone de una camisa de lienzo casero, pantalón y chaleco de tela de algodón rayado, pañuelo á la cabeza y á la cintura, alpargatas de cáñamo y manta morellana; usan solo la capa y sombrero cuando van de ceremonia; duermen sobre un serón mientras permanecen solteros, y empiezan siempre su trabajo cuando amanece el dia.

Estadística Criminal. Los acusados en este partido en el año 1843, fueron 61, de los que resultaron absueltos de la instancia 2, libremente 3, penados presentes 53, contumaces 3, y reincidentes en el mismo delito 2: de los procesados 36 contaban de 10 á 20 años de edad, 31 de 20 á 40, y 4 de 40 en adelante; los 61 eran hombres, 36 solteros y 85 casados; 1 sabia leer y escribir, 60 carecían de toda instrucción, y los 61 ejercían artes mecánicas.

En el mismo periodo se perpetraron 45 delitos de homicidio y heridas, con 7 armas de fuego de uso lícito, 10 de ilícito, 12 blancas permitidas, 14 prohibidas, y 7 instrumentos contundentes.

Moncada

Lugar con ayuntamiento, cabecera del partido judicial de su nombre en la provincia, audiencia terr., ciudad g. y diócesis de Valencia (1 leg.). Situación y Clima Sil. en terreno llano al N. de aquella ciudad, y á la der. del barranco de Carraixet: la baten todos los vientos y especialmente los del E. y O.; su clima es sumamente benigno y apacible, y las enfermedades mas comunes calenturas catarrales y algunas intermitentes.

Interior y Afueras de la Población. Tiene 512 casas de buena fáb. y de 2 pisos regularmente, distinguiéndose entre todas la del Sr. conde de Rótova, las cuales se distribuyen en 33 calles anchas y bastante limpias, y una plaza denominada de la Constitución, en la que se venden diariamente los comestibles: la casa de ayunt. está situado en la calle Mayor frente á la iglesia, y se compone de 3 pisos; el bajo se halla destinado á cárcel, compuesto de una sala ventilada y mal segura y un calabozo abovedado insalubre y con poca ventilación: al mismo piso hay 2 cuartos ocupados por el alcaide y el aguacil: el segundo comprende una antesala ó recibimiento y un salón cuadrilongo regularmente decorado, donde el ayuntamiento celebra sus sesiones. Hay escuela de niños á la que concurren 60, dotada con 3,000 reales, 3 de niñas con 130 de asistencia y dotada una de ellas con 1,500 reales; iglesia parr. (Santiago), de segundo ascenso, de la que son anejas las vicarias de Benifaraig, Rocafort y Masarrochos, aunque sobre esta última hay promovido espediente para su desmembración, y se halla servida la primera por un cura de provisión ordinaria, un vicario y beneficiados [inintel·ligible]. Se construyó el templo en 1696, y su planta es un cuadrilongo de 106 pies de long. y 32 de lat. con 84 de altura; en cada uno de sus lados tiene 5 arcos que forman otras tantas capillas, cuya decoración es de orden corintio con pilastras, y sus retablos son de diferentes épocas y gustos. La capilla de la Comunión, aunque pequeña, no es de mal gusto, formando crucero, y sus 4 arcos torales sustentan una reducida cúpula con linterna. La igl. no presenta mas fachada que una en sus paredes laterales donde tiene la puerta principal, decorada con unas pilastras que sustentan un cornisamento, sobre el cual hay un nicho lijeramente adornado, donde se ve la estatua de San Jaime. Hay también 2 ermitas, la una situada en la población no concluida aun y dedicada á la Virgen de los Desamparados, y otra sobre un collado á 1/2 cuarto de hora de dist., con la advocación de Sta. Bárbara, muy hermosa y adornada. Los vecinos se surten de aguas de pozo, que aunque no muy frescas son saludables.

Término. Colinda por N. con el de Bétera; E. Alfara y Museros; S. Masarrochos y Benifaraig, y O. la Puebla de Vallbona ó de Benaguacil (partido de Liria). En su radio se encuentra el barrio denominado la Badia con 39 vecinos [entre 170 i 190 habitants], sit. en un collado al pie de la ermita de Sta. Bárbara ; 6 barracas llamadas del Gordo á 1/4 de hora del pueblo en medio de la huerta, y por el N. y E. corre el barranco de Carraixet, que aunque seco generalmente, suele tener fuertes avenidas en el invierno.

Terreno. Por su parte occidental se halla formado de lomas y cerros incapaces de riego por su mucha altura; aquellas son de piedra caliza que se beneficia y rinde sumas considerables por el grande y continuo consumo que de ella se hace en la capital. Pero por lo oriental son todo huertas plantadas de moreras y sembradas de prod. utilísimas: se fertiliza con las aguas del r. Turia por medio de la acequia dicha de Moncada, cuya descripción hacemos en el art. de partido judicial (V.): en el secano hay dilatados viñedos, muchos olivos y un número prodigioso de algarrobos.

Caminos y Correos. Son carreteras y dirigen á Valencia, Bétera, Liria, Murviedro, Portaceli y Olocau; su estado es regular. La correspondencia se recibe de la adm. de Valencia por un encargado particular los mismos dias que en aquella ciudad

Producciones. Son ricas y abundantes como en todo aquel fértil terr., se reducen á trigo, maiz, seda, aceite, al garrobas, alubias, habas y hortalizas: mantiene 3 rebaños de ganado lanar para el consumo del pueblo.

Industria y Comercio. Los hab. se dedican generalmente á la agricultura, viéndose también una fáb. de hilar y torcer seda, un molino harinero con 4 piedras, varios hornos de cal, y fáb. de yeso. El comercio se halla reducido á la esportacion de la seda y otros frutos sobrantes á Valencia, de la que importan varios art. que necesitan. Los lunes de cada semana hay un mercado muy concurrido, en el que se venden muchos cerdos para cria, algunos becerros y ganado lanar, potros, trigo, arroz y toda especie de comestible.

Población. 750 vec, 2,145 almas Cap. Trod.: 4.112,810 reales Imp.: 158,215. Contr.: 43,880. El Presupuesto Municipal asciende á 24,000, del que se pagan 3,000 al secretario del ayuntamiento, y se cubre con el prod. de algunos propios y los arbitrios impuestos sobre las tiendas de abacería y carnes.

De muy antiguo vino á ser célebre en la historia el territorio de esta población, pues junto á ella se halla probablemente el montecito adonde se refugió Publio Escipion, acosado por Asdrubal Gisgon, y de donde lo libertó su hermano Cneo (V. Victoria; Mons.)

En 984 el conde Borrello fué derrotado por los moros en esta población, y puesto en fuga acompañado de pocos hacia Barcelona con muerte de mas de 500 cristianos. En 1137 D. Ramón, conde de Barcelona, dio la v. de Moncada á Guillen Ramón senescal que era (lo que llamamos ahora mayordomo mayor), premiando sus señalados servicios: de aquí procede la muy noble casa y linaje de los Moncada* en Cataluña. En junio de 1808 rodeados los franceses por el paisanage en Moncada, tuvieron que romper á viva fuerza un cordón de somatenes.

Martínez Aloy, Geografía del Reino de Valencia (pp. 975-988)

Josep Martínez Aloy, Provincia de Valencia, t. II de la Geografía general del Reino de Valencia, dir. per Francisco Carreras Candi. Madrid: Alberto Martín ed., 1920-1927.

Montcada[1]

Villa de 4,536 habitantes, que contiene 831 casas dentro del recinto urbano y 175 fuera de él, situada al N. de Valencia, de la que le separan 7 kilómetros, y á la derecha del barranco de Carraixet. Pónenla en comunicación con la capital el ferrocarril económico de Valencia á Bétera y el camino de Valencia á Moncada, que hoy corre a cargo de la Diputación provincial.

Tiene dos escuelas completas, en un hermoso edificio, á la derecha del camino de la Ermita, inaugurado en 1896, y un asilo de párvulos, dirigido por las hermanas terciarias de San Francisco, las cuales han establecido junto al mismo la casa del noviciado y una capilla, servida por el clero parroquial. El alumbrado es eléctrico. Las aguas potables, de calidad calcárea, son extraídas de pozos ordinarios públicos y particulares. Las calles, en número de veinticinco, son anchas y provistas de buenas aceras y de filas transversales de sillarejos sobre las rasantes para facilitar el paso. El último ensanche de la población, buscando la vía férrea, las ha extendido hasta las inmediaciones de Alfara del Patriarca. Una de ellas se titula del Dr. Pastor (don Rafael), que viene prestando valiosos servicios á la villa, en cuyo favor ha empleado muchas veces su valimiento político. Se prolonga desde la calle Mayor hasta los carriles de Bétera y se denomina “de las Barreras”, por las que en tiempos antiguos se colocaban allí para impedir las sorpresas de avanzadas enemigas[2]. Pero no era éste el ingreso principal de la villa, sino el extremo Sur de la citada calle Mayor por el camino viejo de Montcada, distinto del actual, que venía directamente de Valencia, sin pasar por Benifaraig. Debía de ser muy típica, y lo es todavía, aquella entrada que, salvando la gran acequia por un puente, pasa entre la plaza de armas del castillo y el palacio de los Condes de Rótova, describe un zig-zag y penetra en la calle principal, desahogada, pero muy honda, cuyas casas, en ambos lados, se levantaban entonces sobre un adarve, protegido por muretes de piedra con graderías laterales. Y una cruz monumental, bello ejemplar del arte plateresco español, se alzaba en el fondo, formando el centro de una plaza, frente al eje de la calle[3]. Cuando las lluvias arreciaban, convertíase la calle en un barranco, cuyas aguas, procedentes de los barrios superiores y de los secanos, corrían en busca de la acequia real, y como ésta no siempre aceptaba de buena voluntad el refuerzo, porque también iba preñada, solía ocasionar un crecimiento de nivel tan grande que la corriente se aproximaba á los umbrales de las casas, á pesar de sus parapetos de piedra. Y como quiera que resultaba un problema de imposible resolución el paso de un lado al otro de la calle, poníanse unas tablas desde la casa capitular á la iglesia parroquial, que servían de puente público hasta que cesaba la avenida. Aunque esta anormalidad ofreciera un aspecto original que impresionaba gratamente á los forasteros, no era en manera alguna recomendable, y el municipio de Montcada, en el último tercio del pasado siglo, tomó el buen acuerdo de remediarla, distrayendo las aguas pluviales por otras verticales y acondicionando la antigua, llamada del Ravalet[4]. Pero tuvo más prisa en derribar les baranetes ó parapetos de piedra —casi todos ellos sólidos y elegantes— que en llevar á cabo las proyectadas reformas hidráulicas; así es que el presentarse un temporal en que arreciaban las lluvias, abalanzáronse las aguas sobre el viejo cauce, que había perido su profundidad, y la barrancada entró de rondón en los domicilios privados y en los edificios públicos. Dentro de la iglesia flotaron y danzaron bancos y confesionarios.

En la plaza del Mercado, que es rectangular, espaciosa y constituída por buenos edificios de varias plantas, se celebran todos los lunes nutridas ferias de hortalizas, aves de corral, loza de toda clase, herramientas de cultivo, ropas y otros muchos géneros de utilidad doméstica, que atraen a las gentes de todo el contorno. El mercado cubierto, levantado en el centro de la plaza desde fines de la anterior centuria, es insuficiente en dichos días, y los puestos de venta se desparraman por las calles contiguas.

Historia.- Con mucha frecuencia, el error es más verosímil que la verdad. Decimos esto á propósito del origen del nombre de Montcada. Consta que en el año 1235, Jaime I donó la torre de Moncada con sus alquerías a Pedro de Montcada[5], y surge la deslumbradora consecuencia de que el lugar haya tomado el nombre de su primer propietario cristiano. Y sin embargo, no es así; basta leer el texto de la donación consignada en el Repartimiento para convencerse de que Escolano llevaba la razón al afirmar que “á Moncada no le dieron el nombre los conquistadores catalanes, como algunos han creído, porque da la suerte que en tiempos de moros había una villa llamada Moncada en Cataluña que, por haber cabido á los cballeros de la casa de Babiera en la recuperación della, se llamaron Moncadas; así había en Valencia por el mismo tiempo otra del mismo nombre, á quien se le dieron los moros por ser tierra franca, libre y privilegiada; que eso suena el nombre de Moncada en arábigo”[6]. Nosotros no afirmaremos que el vocablo sea árabe —más bien parece latino[7]—, pero sí tenemos por cierto que los moros lo usaron, aunque heredado, tal vez, de más viejos invasores. Prueba de ello es que Guomail-ben-Zeyan escribió “desde Denia á Aben-Hud, diciéndole que había obligado á los cristianos á levantar el cerco de Cullera, si bien le habían tomado Hisn Monteat, en las llanuras de Valencia”[8].

¿Fué una mera coincidencia que la Moncada de nuestro reino cayese en manos de un caballero del mismo nombre, ó fué precisamente dicha coincidencia la que determinó la gracia? No lo sabemos. En cuanto á la antigüedad de este pueblo, rodeado de mansiones ibero-romanas[9], presumimos que puede contarse por edades más bien que por siglos, y su importancia se atestigua repetidamente en la Crónica real[10]. No seria posible dar por olvidado el nombre si otro hubiera tenido Montcada.

Hoy por hoy, su historia comienza en el año 1235. Preocupábase entonces el rey Don Jaime, que ya era dueño de Burriana, en la conquista de las plazas fuertes próximas á Valencia para aislar esta codiciada ciudad. Intentó la toma de Cullera; pero hubo de levantar el sitio en 24 de Junio de dicho año por falta de piedras para las máquinas, de provisiones y de entusiasmos, porque los ricos hombres, y en especial el infante don Fernando, se creían obligados á refrenar las fogosidades del monarca. Éste daba algunas veces su brazo á torcer, mas nunca lo hacía sin sacar el partido posible de la circunstancial claudicación para insistir en sus propósitos; así es que no bien volvió las espaldas á Cullera, ya estaba pensando en el ataque de algunas torres de la huerta valenciana, especialmente la de Montcada, que era la mejor[11].

Montcada.- Cruz monumental derribada en 1895 y trasladada en el Museo de San Carlos en 1897. Clixé de C. Sarthou.

Con gran diplomacia conquistó Don Jaime, no sólo el beneplácito, más o menos espontáneo, del obispo, maestres, ricos hombres y barones, sino también la concesión de que, para resarcirse de los gastos de la empresa, haría suyos cien de los defensores de aquella torre que cayesen en cautividad.

Defendían la torre de Montcada unas barreras que bien pronto fueron asaltadas por la hueste cristiana; lanzó piedras el fundíbolo incesantemente, y al cabo de muy pocos días, no pudiendo soportar el hedor que despedían los cadáveres, rindiéronse los moros y entregaron la torre. Más de mil y cien cautivos, con muchas joyas y sederías, constituyeron un botín que importaría, cuando menos, cien mil besantes, según avalúo del propio Conquistador. La torre fué demolida, y es de suponer que la población ó alquería cayó también en manos de los vencedores, quienes marcharon, desde luego, a repetir la suerte contra la torre de Museros[12].

Ya hemos dicho que el Rey dió á Pedro de Montcada la villa de este nombre en 2 de Enero de 1235 —algunos meses antes de conquistarla—; pero esta propiedad debió de ser muy efímera, porque en 13 de Noviembre de 1240, el mismo monarca entregó á cien hombres de Calatayud, constituídos en unión o cofradía, toda la torre ó alquería de Moncada con hornos y molinos, excepto la mitad de uno de éstos, que había cedido, en 1.º de Julio del mismo año, á Sancho de Bolás, y á reserva de ciertas regalías[13].

Tampoco los de Calatayud arraigaron. Dijimos ya en otra ocasión que el día 29 de Mayo de 1246 era otra vez Don Jaime I dueño de Montcada, y lo dió á la orden del Temple, juntamente con Carpesa, a cambio de Ruzafa[14]. Dos años después, el comendador de la orden, fray Gualterio, lo dió á poblar á Domingo Ciscar y otros cristianos viejos[15]. Montcada fué la cabeza de un fructífero bailio, en el que también entraban los lugares de Carpesa, Borbotó y Masarrochos, y después de extinguida la religión del Temple, pasó á la de Montesa mediante bula de Juan XXII, confirmada por decreto de Jaime II de Aragón en 29 de Marzo de 1320.

Dejemos a los caballeros montesianos en pleno ejercicio de su jurisdicción y disfrute de las nuevas rentas, para hablar de una humilde criatura que nació en Montcada el 25 de Junio de 1388, y habrá de adquirir, á pesar de su modesta alcurnia, nombradía superior á la de todos los capitanes y bailes que ocuparon los amplios departamentos del alcázar ó castillo de la Orden[16]. Nos referimos á Inés Pedrós y Alpicat[17], conocida en el mundo cristiano por la penitentísima virgen Inés de Montcada.

Preciso es recordar que en aquellos tiempos se hallaba funestamente dividida la cristiandad en dos grandes parcialidades: una de ellas prestaba obediencia á la sede romana, que ocuparon sucesivamente Urbano VI (1378 á 1389) y Bonifacio IX (1389 á 1404), y la otra parcialidad rindió acatamiento a los antipapas Clemente VII (1378 á 1394) y Benedicto XIII (1394 á 1424). Nuestros monarcas se inclinaron á estos últimos; pero entre los fieles de sus reinos había disparidad de criterio, porque eran muchos los que, desentendiéndose de razones políticas y parentescos reales, permanecían sumisos á Roma.

Víctima de estas divergencias fué el Dr. Jaime Canós, cura de Montcada y varón virtuoso que, por haber recibido las Órdenes de un obispo, á quien había consagrado el antipapa Clemente VII, pusieron muchos feligreses en duda la legitimidad de su sacerdocio, despreciando sus misas y recibiendo con tibieza los sacramentos que administraba. Tomó tal incremento esta actitud que el señor cura estaba ya dispuesto á salir en busca de un obispo anterior al cisma para que le ordenase sub conditione; pero esta resolución del conflicto, que hubiera sido vergonzosa para los partidarios del antipapa, quedó excusada por un prodigio realizado en la iglesia del lugar, el día 25 de Diciembre de 1392, siendo su protagonista Inés Pedrós, á la edad de quatro años y medio, la cual afirmó varias veces que veía al niño Jesús en la hostia consagrada por aquel párroco. Este milagro eucarístico, relatado minuciosamente por hagiógrafos é historiadores, entre ellos Escolano[18], tuvo la virtud de aquietar las consciencias, imponer silencio a los enemigos del cura y asegurar á éste en el ejercicio de su cargo. Al divulgarse el prodigio por España y Francia “disipáronse las dudas de muchos obispos y sacerdotes, pudiendo con verdad decir que sirvió Inés de tanto consuelo al partido de Clemente como Santa Catalina de Sena al de Urbano”[19].

Aquella niña, que recibió educación religiosa muy intensa y escuchó una vez “la palabra de fuego de San Vicente Ferrer”, llegó a la adolescencia causando la admiración del vecindario de Montcada por su piedad y ascetismo, y apenas cumplidos los quince años, fugóse de la casa paterna, disfrazada de hombre, y se refugió en la cartuja de Portaceli. Desde este momento, “el relato de su vida más parece leyenda que verdadera historia”[20]. Inés, según sus biógrafos, entró al servicio del convento á las órdenes del hortelano; fué pastorcillo durante dos años, y últimamente se recluyó en una cueva de aquellos montes, en la que hizo penitencia dos decenios consecutivos, sin quebrantar su retiro más que para cumplir con la iglesia. Su confesor era el único que poseía el secreto de tan anómala condición. Ocurrió su muerte en 25 de Junio de 1428, y fué acompañada de tantas maravillas que la Comunidad llenóse de asombro y á la vez de regocijo, mucho más cuando que aquella penitente era la famosa niña de Montcada que tantas veces había visto a Jesús en la sagrada eucaristía. Fué sepultada bajo el ara del altar que servía a la capilla de Comunión para los criados de la cartuja; pero más tarde, “era tanto el concurso que acudía a Portaceli, que viendo los monjes, contra su sagrado instituto, poblados aquellos desiertos, no sabían cómo impedirlo, y así, habiendo ellos salido cierto día á deporte, mandó el padre prior á dos monjes juramentados que sacasen de la arca el incorrupto cuerpo de nuestra Inés y le enterrasen en el cementerio común de los monjes, llenándole después de agua para que nadie advirtiese el sitio”[21]. Bien claro se ve que el cisma de Occidente había terminado y que las ovejas descarriadas volvieron al redil.

La casa natalicia de la penitente virgen corresponde, según afirma la tradición, á la demarcada con el número 18 de la calle Mayor, junto al Casino Musical[22].

Reintegrémonos al curso de la historia general. Sabido es que en 1587, el prepotente Felipe II de España se incautó de las rentas de las órdenes militares, no mediante una franca secularización de sus bienes, sino asumiendo el título de gran maestre de las cuatros milicias, título que había de permitirle ser administrador y partícipe de sus riquezas. Este cambio, sin modificar profundamente la vida política y administrativa de Montcada, suavizó la condición de los vasallos; el baile y el capitán, que seguían siendo montesianos, ejercitaban la jurisdicción señorial á nombre del gran maestre, y como éste era el Rey, no podía hacer sentir el peso de su autoridad con mayor dureza que sobre los habitantes de las villas reales. Entretanto, finalizó el sigló XVI y transcurrió todo el XVII, sin que Montcada tomara en el teatro de la Historia otra participación que la reclamada personalmente por los méritos de algunos de sus hijos. El religioso capuchino Fr. Buenaventura de Montcada, nacido en esta población dentro de la décimasexta centuria, distinguióse de tal manera por su “feliz ingenio” que desempeñó varios cargos importantes, entre ellos los de definidor y provincial de su Orden; publicó dos sermones en el año 1621, y murió en 1627[23] con fama de varón preclaro y justo. El V. P. Juan Bautista Catalá (1674 á 1678), hijo también de Montcada y perteneciente á familia muy ilustre, fué llevado á Roma por el Duque del Infantado, embajador de España en 1647; recibió las sagradas órdenes; ingresó en la Compañía de Jesús, e hizo una vida tan ejemplar y provechosa para las almas, que mereció ser narrada por el P. Miguel Ángel Pascual en un libro impreso el año 1679, que fué el siguiente á su fallecimiento[24]. Y finalmente, “el valeroso don Vicente Alpicat, quien en la sangrienta y memorable batalla de Lucen[25], año 1632, mató de un pistoletazo al soberbio “cruel rey de Suecia, Gustavo Adolfo, dando con esta muerte vida al imperial y católico ejército que se hallaba en el último conflicto”[26], fué asimismo natural de Montcada.

La guerra de Sucesión, que constituyó el acontecimiento más trascendental de España en el sigle XVIII, fué motivo para que Montcada figurase muchas veces en la Gaceta oficial de Madrid, porque en 1706, cuando la ciudad de Valencia se hallaba ocupada por las tropas de Carlos III, ó sea el Archiduque de Austria, vino de la corte, en defensa de los pretendidos derechos de Felipe V, el Conde de las Torres, al frente de un nutrido cuerpo de ejército, dispuesto á bloquear Valencia, y estableció su cuartel general en Montcada. De allí salieron expediciones que maltrataban sin compasión á los pueblos de nuestra huerta. Por fin, Basset le hijo levantar sus reales, y fué á la Ribera en busca de nuevas aventuras. La batalla de Almansa decidió la contienda a favor de Castilla.

Por los años  1746 á 1748 suscitóse una polémica muy acalorada entre los médicos de Valencia sobre el diagnóstico de la enfermedad que había llevado a la sepultura al notarios de dicha capital Vicente Navarro, é intervino en esta discusión con dos disertaciones, que fueron impresas, el Dr. Luis Nicolau y Vergara, hijo del lugar de Montcada, catedrático de la Facultad y médico primario del Hospital general de Valencia[27].

En 26 de Agosto de 1750 dictó Fernando VI de Castilla un reglamento para la orden de Montesa, en virtud del cual quedaron extinguidos varios empleos, entre ellos los de capitán y baile de Montcada[28]. La soberana disposición libró á este pueblo de las últimas manifestaciones de su origen feudal, y merced á tal circunstancia, se decidieron á levantar en él suntuosas casas de recreo muchos de los propietarios territoriales de su término, que eran, en su mayor parte, individuos calificados de la nobleza valenciana, reacios á sentar sus moradas bajo la férula de otro señor que no fuera el Rey. Los condes-marqueses de Albaida y de San José, poseedores del vínculo de Giner, edificaron su confortable caserón, con empingorotada torre, junto á la Casa Capitular; los condes de Rotova, por los Faus, un bello palacio, flanqueado por dos torres, en el típico Rabalet; los marqueses de Almunia una blasonada mansión [29] en el extremo occidental de la calle Mayor; los condes de Olocau en la histórica calle de las Barreras; los de Alcudia en la plaza del Mercado; los barones de Rives-Albes, por el vínculo del Coll, en las proximidades de la iglesia, y así otras familias tituladas, sin contar las de caballeros y de ciudadanos ilustres, como los Villarroya, Clavero, Yáñez, Marzo, Gabarrot, Ariño, Ibáñez, Camilleri, Ros de Ursins, etc. Montcada fué por eso, durante el siglo XVIII, una estación veraniega muy importante, compuesta de gente aristocrática y distinguida.

Las dos guerras civiles que en la anterior centuria pesaron sobre esta región como losa de plomo, y el desasosiego que los movimientos revolucionarios llevaban también á los contornos de la capital, fueron causa de que las familias acomodadas abandonasen sus casas de recreo, cerrando sus puertas y ventanas definitivamente. Y cuando una era de paz iniciada por la restauración dinástica consiguió gozar con tranquilidad de la vida lugareña, las cosas habían cambiado. Ya no quedaba en parte alguna la más leve sombra de feudalismo; los pueblos inmediatos a Montcada, como Godella, Rocafort y Bétera, ofrecían sitios más pintorescos, y aún más económicos, para construir hoteles á estilo de Francia, de Suiza y de Inglaterra, y á ellos se ha rendido la voluble moda. Por eso, Montcada, con ser una villa grande, culta y provista de comodidades, no es hoy, como ayer, un centro predilecto de la sociedad valenciana. Varias casonas han franqueado ya sus redondos portalones á la industria, y en otras se recluyen, como en torres de marfil, gentes que rinden culto a las viejas costumbres. Obtuvo la categoría de villa en 1820.

Iglesia.- El pueblo de Montcada es cristiano viejo, más viejo que Valencia, puesto que se rindió á un monarca cristiano tres años antes que aquélla; pero de la primitiva iglesia, que suponemos estaría en el castillo, como se acostumbraba en los siglos XIII y XIV, no tenemos referencia alguna. La actual, cuyo titular es San Jaime apóstol, se levanta en el promedio de la calle Mayor y fué consagrada en 8 de Septiembre de 1696[30]. Su planta es un rectángulo de 29’53 metros de longitud por 8’91 de anchura, cuyos muros s elevan 9’47. Cinco arcos á cada lado forman otras tantas capillas, y á los pies de la iglesia se halla el coro alto con el órgano. La decoración general, cansada y basta, fluctúa, por causa de sucesivas reformas, entre el clásico germen, los entusiasmos barrocos y el arrepentimiento de sus veleidades. Los retablos del altar mayor y de las capillas son francamente barrocos y buenos todos ellos. Es una lástima que por exigencias de la devoción y trabajos de zapa de artistas, más industriales que artistas, se los maltrate.

La iglesia arciprestal de Montcada tiene la categoría de parroquia de término de tercera clase.

Montcada.- Ermita de Santa Bárbara. Clixé J. Belenguer.

Ermita.- El día 27 de Mayo del año 1701, densa nube, preñada de granizo, se cernía sobre el término de Montcada, amenazando destruir las florecientes cosechas, en las que cifraban su bienestar los habitantes de aquella población. Acudieron muchos devotos á la iglesia para implorar el auxilio divino, y el señor cura tuvo la inspiración de tomar en sus manos una reliquia de Santa Bárbara, y saliendo a las puertas del templo, bendecir el término con aquélla. Como obedeciendo á mandato imperioso, rasgóse inmediatamente la nube, esparciéndose por otros lugares y dejando libre de formidable pedrisco todo el término jurisdiccional de la villa de Montcada, que entonces se extendía á los pueblos de Alfara, Benifaraig, Rocafort y Masarrochos.

Consiste la reliquia de Santa Bárbara en uno de los huesos de las falanjes de dicha santa, que parece corresponder á un dedo de la mano. Trájola de Roma, á principios del siglo XVI, mosén Alejandro de Blanes, beneficiado de la iglesia de Montcada y perteneciente á noble familia, que disfrutó en diversos tiempos encomiendas de Montesa. Todavía hoy se conoce con el nombre de hort de Blanes la casa y solar de dichos caballeros en el extremo oriental de la calle Mayor, junto á los restos del castillo. El relicario es una preciosa joya de plata, con adornos de coral, que revela superior orfebrería de la época del Renacimiento, y se conserva en la iglesia parroquial dentro de un nuevo ostensorio de madera dorada que puede ser llevado en andas procesionalmente.

A raíz del milagroso suceso que hemos referido, fabricóse de planta la espaciosa ermita de Santa Bárbara, que es, sin disputa, la más importante de esta comarca. Para ello hubo la necesidad de derribar otra más reducida que existía en el mismo sitio, dedicada á San Ponce, de la que únicamente resta para recuerdo una antigua tabla, colocada en el testero del púlpito de la actual.

En el año 1904 fué visitado este santuario por una romería compuesta de más de veinte mil fieles, pertenecientes á 35 poblaciones, llevando 72 estandartes y 42 coros de música. Entre los romeros figuraban más de cien sacerdotes.

El porrat que se celebra todos los años el día 4 de Diciembre recuerda el de San Miguel de Liria por la pintoresca explanada en que se instala y la gente bulliciosa que congrega.

Término.- El término de Montcada tiene una proyección plana muy semejante á la de una bota de media cña, cuya planta está en direcció NO., formándola hacia el tacón el término de Bétera y hacia la punta el de Náquera; el contrafuerte y parte posterior mira al SO. y lo forma todo el término de Masarrochos que hoy pertenece á Valencia; la boca, que mira al SE., está delineada por el límite con Alfara del Patriarca; la caña y parte del empeine limita con Foyos, y el resto del empeine hasta la punta lo forman, en una doble curva, los lindes con el término de Museros, mirando al E. más ó menos toda esta parte anterior. En el extremo S. limita con Benifaraig, con el que sólo tiene de común un vértice. El relieve del terreno, que es escaso, forma por esta parte el límite del gran llano de Valencia, teniendo su mayor altitud en el extremo occidental y su mayor depresión en el cauce del barranco de Carraixet, al E., en donde vierten las aguas del N. y Levante del término, derramándose las de Poniente en el barranco del Palmar de Masarrochos.

Saliendo de Moncada por el O. con dirección á la ermita de Santa Bárbara, tomando por el camino que deja ésta á la izquierda, poco después de atravesar el Palmar, se llega á la confluencia con el camino que viene de Masarrochos y sigue al Más de En Conill, en término de Bétera, y cuando ya el camino va á doblar para dirigirse al Más del Fondo, se toma una senda que sigue hacia el N. y nos conduce de nuevo al Palmar, que en este punto forma una doble curva muy pronunciada, y atravesándolo de nuevo, preséntasenos al frente la mole del Toç Pelat. Éste es un cabezo que en dirección NO. penetra en el término de Bétera y parece como si asomara á los de Masarrochos y Montcada, á cuyos límites llega exento y no muy accesible. En su parte más alta está el mojón que divide los tres términos, y desde esta cima se domina todo el inmenso valle valenciano, desde la sierra Calderona hasta la Corberana; nada ante sí la estorba, y es por ello magnífica atalaya desde donde se escruta el mar y la tierra cómoda y minuciosamente, no siendo de extrañar que nuestros antepasados más remotos la aceptasen para acrópolis, puesto que es defendible naturalmente por tres lados y la cierra grueso muro de piedra por el N., cuyas ruinas podemos contemplar.

Toda la meseta está llena de restos de cerámica ibérica de todas las formas y géneros, desde la negra mal cocida y bastamente hecha hasta la finamente acabada y pintada en círculos de ejecución admirable, pametas, dientes, fajas y otras; variedad de pondus, muelas y sillares en aquella bastante grande extensión, dan idea de la citania anterromana, que debió su destrucción seguramente á sus dotes de valor, patriotismo y ansias de libertad, y que, como tantas otras, no tuvo la dicha como Numancia de que su nombre se conservase para que la posteridad pudiera venerarla.

Bajando en dirección E., a pocas docenas de metros se encuentra junto á un antiguo camino, hoy sin uso, un algibe, cerca de cuyas ruinas, arañando en la tierra, encontramos algunos restos de cerámica árabe.

Desde aquí, á poca distancia al SE., se encuentran las cuevas de Les Viñetes. Estas cuevas son artificiales y están practicadas en las paredes rocosas de antiguas canteras. Son espaciosas tres de ellas, comunicándose dos de éstas por el fondo, y un gran arco, producido durante la extracción de piedra, llama la atención.

Aunque estas canteras fueron abandonadas, al parecer, desde tiempos muy remotos, sospechamos que las cuevas no constituyeron habitaciones; pero aunque su valor arqueológico sea escaso, el viajero que pase cerca de ellas, en verano sobre todo, hará bien en tomarlas como punto de descanso, porque el fresco que en ellas se disfruta es agradabilísimo.

Regresando á Montcada, y saliendo por el camino del Pont sec (Puente seco), a un centenar de pasos después de la vía del ferrocarril, nos encontramos con las llamadas Paretetes dels Moros, restos de edificaciones que pertenecen, cuando menos, á dos órdenes de construcciones distintas, siendo la más alejada y menor, possterior á la primera y de mayores proporciones, como lo demuestra, entre otras razones, el que en la construcción de la pequeña han entrado restos de dolium y tegulae y otros, de los que la grande carece por completo.

Todos los campos de estos alrededores están convertidos en espaciosos testares, y la cerámica encontrada demuestra ser procedente de una gran mansión romana, quizá un templo, tal vez por su extensión, un palacio ó conjunto de edificaciones.

Conservo, procedente de esta estación arqueológica, restos de barro saguntino, lucernas, ánforas, pondus, una muela y otros, en relativa abundancia, sin haber procedido á excavación alguna.

Hay en el campo de la derecha una era, que así se conoce por el testimonio de las gentes que todavía la vieron antes de desmocharla, y porque el terreno aquí está peraltado con restos cerámicos y tierra, en trigales y cebadales; el camino que seguimos corta las paredes citadas, lo que demuestra ser posterior á ellas, y está á la orilla de la era, que también es posterior á dichas edificaciones, ya que se construyó con restos, y bien pudiera ser que la pequeña edificación, el camino y la era fueran de fundación contemporánea y se remontasen á la dominación árabe; pero confesamos que ningún resto cerámico, ni de otra clase, hemos encontrado que dé fuerza á esta opinión, si bien pudieran encontrarse cuando se practicaran algunas excavaciones con cierto orden.

Siguiendo hacia el barranco de Carraixet, atravesándolo y continuando por el camino Naquerano, allá en el confín del término, cerca ya de los de Bétera y Náquera, nos encontramos con la estación arqueológica del Pouacho o del Pou (Pozo) en la bifurcación misma del camino de las yeseras de Náquera y del aljibe de San Vicente. Cerca del vértice se ve un trozo más alto del terreno, contenido en parte por los restos de un muro de sillares medianos, y en la cima del peralte restos de un piso de opus spicatum. Al borde del camino del aljibe de San Vicente se ve un brocal de pozo monolítico, al cual debe su nombre la partida.

El 1.º de Agosto de 1920 descubrió en este campo don J. J. Senent un mosaico representando á las nueve musas, el cual, mediante generosa cesión del inventor, fué trasladado al Museo Provincial de Valencia, en donde causa la admiración del público. La cerámica sigi-lata o saguntina encontrada en esta estación ha sido abundante, junto con otros restos, y es lástima que el interés particular haya impedido la ejecución de unas excavaciones ordenadas que, sin duda, hubieran conducido á resultados interesantes.

Siguiendo por el camino de la derecha que pasa junto al pozo, llegaremos, a los cien metros más ó menos, á una casa en ruinas, y allí empieza la llamada Pared del Patriarca, extendida de SO. á NE. Este muro tiene unos 245 metros de longitud; es de sección trapecial, de 1,10 metros de anchura en la cúspide, 1,40 en la base y 0,80 de alto. Dimensiones que no son del todo exactas, porque el muro no es tampoco rigurosamente uniforme; sus extremos los tiene rotos, por lo que su longitud real no se puede determinar. Es de cal y canto, y sus caras están á medio enlucir.

El objeto y antigüedad de esta pared se ignoran, aunque parece un muro de contención de aguas y desviación de las mismas hacia el barranco de Cona, que está al NE. a pocos pasos del término del muro. En este punto confluyen el camino que seguimos y el llamado de la Loma de Foyos, que aquí termina por el NO. y por el cual regresamos á Montcada.

Media hora antes de llegar á esta población nos encontraremos con una pilastra de piedra caliza con remate piramidal, que así le llaman las gentes del país, divide los términos de Foyos y Montcada, y en la cara mira al O. tiene empotrada una lápida de mármol negro con una inscripción que dice así:

D.O.M.

AQUI SE ENCONTRO

ENTERRADA BAJO

DE UNA CAMPANA

LA SAGRADA IMA-

GEN DE LA VIR-

GEN DEL PATROCI-

NIO QUE SE VENE-

RA EN LA IGLESIA

DE FOYOS.

Alrededor del pilón, y sobre todo en el campo más alto, plantado de viña y algunos algarrobos y olivos, se encuentran muchos trozos de teja romana, pequeños ladrillos rómbicos y rectangulares, pero apenas cerámica; no hemos podido encontrar más que un pequeño trozo de barro saguntino.

Es fama que la campana tocó en suerte á Montcada; pero según versiones, hace tiempo que fué fundida, e ignoramos en estos momentos si ha quedado algún testimonio de la misma.

Regresamos á la población por una senda que sigue hacia el O. atravesando nuevamente el barranco de Carraixet y tomando el camino del Pont sec.

Saliendo de Montcada por el camino del cementerio, llegaremos, después de pasar éste, y á un cuarto de hora de la población, á una loma, en la cual están los hornos de cal de Colvi. Al pie de un olivo se ve un agujero parecido a madriguera de lobos: es el túnel de un antiguo canal que atravesaba por allí la loma, pasando por debajo de los citados hornos, como puede verse bien ahora que la casualidad ha hecho que se intente nuevamente utilizar dicho paso para el riego.

Otro resto de este canal se encuentra en el barranco de Carraixet, un poco más arriba del Mas de Moroder, enfrente de la casa del Negre de Valerot, donde hay unos restos de muros.

Los del país llaman a este acueducto, de indudable antigüedad, Acequia de los diablos, el cual, según hemos podido observar, entra por el término de Masarrochos en el de Montcada, que atraviesa sinuosamente del SO. al NE., saliendo probablemente por el de Museros.

Y aquí terminamos este paseo agradable y poco fatigoso al correr de la pluma, deseando que reporte alguna utilidad á nuestra historia regional[31].

Montcada.- Sello de la fábrica de azulejos que existía á principios del siglo XIX.

Antigüedades.- El mosaico romano de las musas, citado en el párrafo anterior, mide 34 metros cuadrados, y sorprende por la belleza y esplendidez de la obra, que responde á un arte muy floreciente. Nueve bustos de tamaño natural, pujantes y carnosos; cenefas complicadas y grecas admirables producen el efecto de un soberbio tapiz, compuesto de teselas ó dados de piedra de distintos colores, con los cuales llega el artista á una feliz expresión. Para que el lector forme concepto de la minuciosidad del gráfico, apuntaremos como ejemplo que la guarnición de la lira de Erato se halla adornada con cinco pajarillos, de vistoso plumaje, alusivos á los cantores de la naturaleza.

¿Se trata de un producto del arte indígena? Tal vez el patrón o modelo fuese una pintura importada; pero los materiales son del país, y mientras no haya otros indicios, debemos suponer que fueron coterráneos nuestros aquellos artífices que tomaron de las guijas del barranco de Carraixet las tonalidades obscuras, desde el negro al ceniciento; de las canteras de Porta Coeli los rojos; de las de Liria los blancos, y de Buixcarró los amarillos. Algunas teselas de minio, otras verdes y aún azules, reservadas como joyas para puntos de preferencia, son tan pocas, tan escasas, que no obstante ser exóticas, robustecen a presunción.

La influencia helénica en esta obra del arte industrial precristiano es innegable; bastarían algunos caracteres de los que consignan los nombres de las nueve Aganípides para demostrarlo; pero es preciso reconocer que no se trata de la influencia originaria, y por consiguiente, arcaica, sino la que invadió el imperio romano después del período clásico, produciendo la ornamentación compleja y exuberante que precedió al bizantinismo. Si así fuese, no podríamos remontar el mosaico de Montcada más allá de la Era cristina, porque á nuestra península llegaban los estilos con el retraso propio de su posición geográfica.

Justo es consignar que el mosaico se halla en el Museo Provincial de Valencia merced á la generosidad de su descubridor don Juan José Senet, que espontáneamente, sin otra remuneración que inquietudes y disgustos, ha entregado á sus conciudadanos el tesoro adquirido mediante un feliz éxito de su labor intelectual y física.

Otra antigüedad romana, digna de especial mención, es una lápida funeraria de piedra blanca, bien conservada, que dice así:

P · CLODIUS · P · L

BERVLVS

AN · XCIIII

esto es: Publio Clodio Berulo, liberto de Publio, de noventa y cuatro años. Fué hallada en un campo de la partida del Bordell, y se colocó en el jardín de la casa del vínculo Giner, núm, 47, de la calle Mayor de este pueblo.

Si el lector inspecciona este monumento personalmente, fíjese también en un plato grande de loza, tetón, colocado en la misma pared, más arriba de la indicada piedra. Apareció en el huerto de la misma casa, un metro bajo tierra, y servía de cavidad ú ombligo á una pileta ó llach de un viejo trujal. Su decoración, que es azul, representa un casco con corona de marqués.

Y a propósito de cerámica, consignaremos que también Moncada tuvo su fábrica de azulejos, que funcionaba á principios del siglo XIX, y usaba un sello, cuya copia ofrecemos al lector.


[1] Nos consideramos obligados a seguir la forma ortográfica empleada en otros volúmenes de esta misma obra para designar dicho pueblo, no sin reconocer que en Valencia nadie escribe Montcada por Moncada.

[2] “Por la mañana, oida la misa, fueron á armarse los escuderos y gran parte de los caballeros; y colocándose oportunamente, empezaron á entrar á pie en la villa; pues aunque los morors más aguerridos se colocaron en LAS BARRERAS, dispuestos á defenderlas, murieron de ellos seis ó siete, porque acosados por los nuestros, no tuvieron tiempo para recogerse en la torre ni en la albacara”. Historia del rey Don Jaime I, traducida por M. Flotats y A. de Bofarull, pág. 208, cap. CXLIV, que corresponde al 201 de la edic. de Aguiló.

[3] Molestaba al Ayuntamiento de Montcada todos aquellos elementos típicos que pudieran diferenciar la calle Mayor de las mejores vías urbanas, y en 1895 hizo derribar la cruz monumental, cuyos restos, que no son todos de una misma época, se esparcieron: la peana fué á parar al Calvario; el pilar fué arrinconado en la calle que está á espaldas de las escuelas, y la cruz propiamente dicha, que es la pieza más antigua, después de pasar dos años en la Casa Capitular, fué trasladada al Museo de San Carlos de Valencia.

[4] Diiminutivo de raval ó arrabal.

[5] Libro del Repartimiento, 369, SI: De alqueriis. Anno Domini M.CC.XXX quarto. P. de Montecatano : turrem de MONCADA cum suis alqueriis ad consuetudiem BArchinone. IV nonas januarii (que corresponde al dia 2 de Enero del año 1235 del nacimiento de J.C.

[6] Escolano: Libro VII, cap. IV, núm. 9, col. 329.

[7] En término de Alcira hay una partida que se denomina de Montcada. (Nota de don N. Primitivo Gómez Serrano.)

[8] Condé, parte IV, cap. III. (Sarthou Carreres: Volumen II de esta Geografía, pág. 850, nota 764).

[9] Hablaremos de ellas al reseñar el término municipal de Montcada.

Castañeda, en nota puesta al artículo Moncada de las Relaciones geográficas hechas en el siglo XVIII por don Tomás López y editadas en 1921, cita “el hallazgo, en el año 1889, de un ídolo pequeño de bronce, representativo de pasión erótica, hallado entre las ruinas del que fué castillo de Moncada, y que al presente forma parte de las colecciones de la Sociedad Arqueológica de Vich”. ¿No habrá error de procedencia?

[10] “La torre de Moncada, la qual es muy buena y encierra grande riqueza: sin contar además que se halla hacia la villa, y es la mejor que se encuentra, á excepción de Quart. (Traducción de Flotats y de Bofarull, pág. 205). La de Moncada, que es la mejor que se halla en toda la huerta”. (Idem, pág. 204).

[11] El respetable autor de un reciente Nomenclátor dice, hablando de nuestra Montcada de Valencia, que según algunos historiadores, “Borrel, conde de Barcelona, fué derrotado en estos sitios el 984, y que otro conde, Ramón Berenguer, dió el poblado, en 1137, al senecal Guillén Ramón”. El error es hijo de un descuido que cometió la imprenta de Rojas, en Madrid, al componer el tomo XI del Diccionario geográfico de Madoz. Examinando con algún cuidado la pág. 482 del mencionado volumen, podrá advertirse que se mezclaron las cuartillas correspondientes á dos distintos artículos: Montcada, lugar de la provincia de Valencia, y Moncada y Reixach, de la de Barcelona.

[12] Chronica ó comentari del gloriosíssim é invictíssim rey En Jacme… (Valencia, 1557. Cap. 198 de la edición de Aguiló y 143, pág. 205 de la de Flotats y de Bofarull.

[13] Libro del Repartimiento, 377: “Centum confrate Calatayubi; totam turrim sive alqueriam de Moncada cum furnis et molendinis salva medietate Sancii de Bolas et retento dominiu exercitu cavalcata homicidiis caloniis. Idus novembris MCCXL”.

380. Sancius de Bolas: “I casale molendinorum in termino turris de Moncada de IV rolis medietatem domino regi. Kalendas Julii M.CC.XL”.

[14] Villarroya: Maestrazgo de Montesa. (Lib. II, cap. I, pág. 157, nota 4). Don Vicente Castañeda, en nota puesta al artículo Montcada de las Relaciones geográficas, de López, que ha editado, esclarece con pormenores muy interesantes é inéditos el trueque de Montcada por Ruzafa. Sus noticias son muy verídicas, porque proceden del archivo de las órdenes militares, del que es jefe tan erudito escritor valenciano.

[15] Carta puebla de 29 de Mayo de 1248. (Viciana: tercera parte, fol. 138 de la edición moderna.

[16] Cuando el castillo de Montcada salió a subasta en el pasado siglo, cumplimentando las leyes desamortizadoras, hiciéronse lotes distintos de los dos cuerpos de edificios que lo componían y estaban separados por la plaza de armas. El de Levante, que era entonces el más moderno, es hoy todavía un caserón del siglo XVII al XVIII; pero el otro fué totalmente reconstruído en forma de viviendas particulares por el arquitecto don Vicente Marzo, su adquirente.

[17] Según Febrer —ó quien tomó su nombre—, Pedro de Alpicat, después de haberle dado Jaime I una heredad cerca de Borbotó, se retiró á Montcada, en donde practicó el bien lejos de todo vicio. (Troba XXXVIII de la edición de 1796). No es aventurado suponer que descendientes de Pedro de Alpicat fuesen Ana Alpicat, madre de la penitente Inés, y el “doctor Alpicat, vicecanceller y presidente del S.º S.º y Real Consejo de Aragón”, natural del mismo pueblo. (Berni: Vida de la penitentísima virgen Inés de Moncada, pág. 8, Valencia, 1793).

[18] Escolano: Lib. VII, cap. IV, núm. 12, col. 332.

[19] Berni: Vida de la penitentísima virgen Inés de Moncada, pág. 19 de la edición antigua, ó sea la de 1793.

[20] Tarin y Juaneda: La cartuja de Porta-cœli, pág. 62 (Valencia, 1897).

[21] Berni: Vida de la penitentísima virgen Inés de Moncada, pág. 102 (Valencia, 1793). Para estudiar la vida de esta penitente deben consultarse las fuentes bibliográficas que citan estos autores: Berni (al final del opúsculo); Rodríguez, Biblioteca Valentina, artículo del P. D. Jaime Cebrián, págs. 186 y 187; Ximeno, Escritores del Reino de Valencia, t. I, pág. 138, y Tarin, La Cartuja de Porta-coeli, pág. 62, nota 2, y pág. 64, nota I.

[22] A fines del siglo XVIII, la Marquesa de Almunia comenzó la construcción de un santuario, dedicado á la Virgen de los Desamparados, frente á su casa y al lado de la natalicia de la penitente Inés; pero fallecida aquella ilustre dama, quedó interrumpida la edificación, que fué utilizada desde 1811 á 1817 para cementerio de apestados. Modernamente se ha instalado allí el Casino Musical, que ha hecho desaparecer todas las antiguas trazas del edificio religioso.

[23] Ximeno: Tomo I, pág. 311.

[24] Ximeno: tomo II, pág. 80.

Villarroya: Real Maestrazgo de Montesa, lib. II, cap. I, núm. 5.

[25] Lutzen.

[26] Berni: Vida de Inés de Montcada, pág. 8 de la edición de 1793.

[27] Ximemo: Tomo II, pág. 302.

[28] Ximemo: Tomo II, pág. 302.

[29] El escudo de la portada corresponde al tercer Marqués de Almunia, cuyos apellidos eran Almunia, Adell y Crespo. (Nota de don José Luis Almunia).

[30] Hemos oído referir, sin pruebas, que en la plaza situada en el extremo occidental de la calle Mayor estuvo la iglesia antigua, y que, al derribarla, se erigió para memoria la cruz monumental que allí persistió hasta fines del pasado siglo y hoy se halla depositada en el Museo de San Carlos. Valga por lo que valiere; pero nos inclinamos á creer que aquella cruz significaba un ingreso del pueblo, como significaba otro la que existía á Levante junto al actual matadero, de la que nosotros sólo conocimos las gradas y parte de la espiga.

[31] Este trabajo ha sido compuesto en obsequio de nuestros lectores por don Nicolás Primitivo Gómez Serrano, á quien rendimos un testimonio de gratitud.

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